Publicado

2016-01-01

Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial

The Colors of Fantasies: Studies on Masculinities in Colombia: Feminist and Geopolitical Critique of Knowledge in the Colonial Matrix

As cores das fantasias. Estudos sobre masculinidades na Colômbia: crítica feminista e geopolítica do conhecimento na matriz colonial

DOI:

https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56341

Palabras clave:

Colombia, estado de la cuestión, masculinidades, racialidad, teorías feministas. (es)
Colombia, state of the issue, masculinities, raciality, feminist theories (en)
Colômbia, estado da questão, masculinidades, racialidade, teorias feministas. (pt)

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Autores/as

  • Ange La Furcia Universidad del Valle
Este artículo plantea una propuesta teórico-analítica para nutrir los estudios sobre masculinidades en Colombia. Con base en la revisión de algunos de los aportes más sustanciales de las investigaciones interesadas en las identidades masculinas en sus distintas construcciones regionales, socioculturales y raciales, se presentan sus potencialidades para posibles análisis futuros y se discuten algunos vacíos interpretativos identificados. En un primer momento, una de las hipótesis de trabajo sostiene que para llevar la categoría género a un terreno de debate crítico con el constructivismo social, es imperativo abordar las masculinidades como fantasías, según la línea trazada por algunos feminismos estadounidenses e ingleses. Al discutir las propuestas empíricas desde esta perspectiva, se sugiere que la tautología lo social que explica lo social naturaliza y abandona el carácter polémico de las conceptualizaciones y cierra sus posibilidades epistemológicas. Precisamente una ruptura central de tal lastre naturalista implica comprender las complejidades de las transmasculinidades y las múltiples identidades masculinas en clave interseccional, en vista del sesgo heterobinario. En un segundo momento, coetáneo al anterior, se concibe al género “co-extensivo” y recreado una y otra vez por el engranaje de la matriz colonial del poder a escala micro, meso y macro; así, bajo la apropiación de algunos postulados de los feminismos descoloniales, se arguye que las “metaforicidades sostenidas” a partir de las cuales los hombres de América Latina y el Caribe construyen sus identidades de género están atravesadas por una matriz pigmentocrática que se encarna en sus cuerpos. En vista de que las pesquisas evidencian que la sexualización de lo racial, la racialización de lo sexual y la díada blanquidad/negridad juegan un efecto determinante en el entramado que da lugar a las masculinidades en el país, resulta necesario profundizar la historiografía del concepto “masculinidades”, los artefactos ideológicos y culturales usados para enunciar y producir las identidades y las clasificaciones según los colores de piel entre los polos “oscuros” subordinados” y la hegemonía “blanca”.
This article proposes a theoretical-analytical look at studies on masculinities in Colombia. Based on a review of some of the more significant research in masculine identities in the different regional, sociocultural and racial constructs, this work presents possible future analyses and identifies some interpretative vacuums throughout the discussion. First, one of the hypotwheses of the work holds that to bring the category gender to a terrain of critical debate with social constructivism, it is imperative to address masculinities as fantasies, according to the line drawn by some English and American feminists. By discussing the empirical proposals from this perspective, the article suggests that the tautology the social explains the social naturalizes and abandons the controversial character of the conceptualizations and closes their epistemological possibilities. Such a central rupture permits an understanding of the complexities of the trans-masculinities and multiple masculine identities in intersectionality, in the view of the hetero-binary bias. Second, but on a parallel basis, the "coextensive" gender is conceived and recreated again and again by the colonial power matrix at the micro, meso and macro scale. Thus, using some of the decolonial feminist postulates, it is argued that the "sustained metaphoricities " from which men of Latin America and the Caribbean build their gender identities are crossed by a pigment-cratic matrix embodied in their bodies. As a number of studies demonstrate that the sexualization of the racial, the racialization of the sexual and the dyad “whiteness/blackness” play a determining effect in the framework that gives rise to the masculinities in the country, it is necessary to deepen the ideological and cultural historiography of the concept “masculinities”, the ideological and cultural artifacts used to enunciate and to produce identities and the classifications according to skin colors between the“ dark” subordinated pole and “the white” hegemony pole.
Este artigo apresenta uma proposta teórico-analítica para nutrir os estudos sobre masculinidades na Colômbia. Com base na revisão de algumas das contribuições mais substanciais das pesquisas interessadas nas identidades masculinas em suas diferentes construções regionais, socioculturais e raciais, apresentam-se suas potencialidades para possíveis análises futuras e discutem-se alguns vazios interpretativos identificados. Num primeiro momento, uma das hipóteses de trabalho sustenta que, para levar a categoria gênero a um terreno de debate crítico com o construtivismo social, é imperativo abordar as masculinidades como fantasias, segundo a linha estabelecida por alguns feminismos estadunidenses e ingleses. Ao discutir as propostas empíricas sob essa perspectiva, sugere-se que a tautologia o social que explica o social naturaliza e abandona o caráter polêmico das conceituações e encerra suas possibilidades epistemológicas. Uma ruptura central desse limitação naturalista implica compreender as complexidades das transnacionalidades e das múltiplas identidades masculinas na perspectiva interseccional, em vista da inclinação heterobinária. Num segundo momento, coetâneo ao anterior, concebe-se o gênero “coestensivo” e recriado uma e outra vez pela engrenagem da matriz colonial do poder à escala micro, meso e macro; assim, sob a apropriação de algumas premissas dos feminismos decoloniais, argui-se que as “metaforicidades sustentadas”, a partir das quais os homens da América Latina e do Caribe constroem suas identicidades de gênero, estão atravessadas por uma matriz pigmentocrática que se encarna em seus corpos. Em vista de que as pesquisas evidenciam que a sexualização do racial, a racialização do sexual e a díade “branquidade/negridade” desempenham um efeito determinante na trama das relações que dá lugar às masculinidades no país, resulta necessário aprofundar a historiografia do conceito “masculinidades”, os artefatos ideológicos e culturais usados para enunciar e produzir as identidades e as classificações segundo as cores de pele entre os polos “escuros” subordinados e a hegemonia “branca”.

https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56341

Artículo de revisión.

Los colores de las fantasias. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial*

The Colors of Fantasies: Studies on Masculinities in Colombia: Feminist and Geopolitical Critique of Knowledge in the Colonial Matrix

As cores das fantasias. Estudos sobre masculinidades na Colômbia: crítica feminista e geopolítica do conhecimento na matriz colonial

Ange La Furcia**
Universidad del Valle, Santiago de Cali, Colombia

* Una primera presentación de este trabajo se realizó en el V Coloquio Internacional de Estudios sobre Varones y Masculinidades en Santiago de Chile entre el 14 y 16 de enero del 3015.
** Socióloga de la Universidad del Valle. Joven investigadora de Colciencias del grupo Género. Literatura y Discurso del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad de la misma universidad; integrante del grupo Estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diferentes componentes sociales de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas. Feminista de la Colectiva Féminas Festivas y defensora de los derechos de las mujeres Trans en Santamaría Fundación, Santiago de Cali, Colombia. Correo electrónico: ange.lafurcia@correounivalle.edu.co

Cómo citar este artículo: La Furcia, A. (3016). Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial. Rev. colomb. soc., 59(1), pp. 47-78.

Este trabajo se encuentra bajo la licencia Creative Commons Attribution 3.0.

Recibido: 28 de octubre del 2015. Aprobado: 20 de diciembre del 2015.


Resumen

Este artículo plantea una propuesta teórico-analítica para nutrir los estudios sobre masculinidades en Colombia. Con base en la revisión de algunos de los aportes más sustanciales de las investigaciones interesadas en las identidades masculinas en sus distintas construcciones regionales, socioculturales y raciales, se presentan sus potencialidades para posibles análisis futuros y se discuten algunos vacíos interpretativos identificados. En un primer momento, una de las hipótesis de trabajo sostiene que para llevar la categoría género a un terreno de debate crítico con el constructivismo social, es imperativo abordar las masculinidades como fantasías, según la línea trazada por algunos feminismos estadounidenses e ingleses. Al discutir las propuestas empíricas desde esta perspectiva, se sugiere que la tautología lo social que explica lo social naturaliza y abandona el carácter polémico de las conceptualizaciones y cierra sus posibilidades epistemológicas. Precisamente una ruptura central de tal lastre naturalista implica comprender las complejidades de las transmasculinidades y las múltiples identidades masculinas en clave interseccional, en vista del sesgo heterobinario. En un segundo momento, coetáneo al anterior, se concibe al género "co-extensivo" y recreado una y otra vez por el engranaje de la matriz colonial del poder a escala micro, meso y macro; así, bajo la apropiación de algunos postulados de los feminismos descoloniales, se arguye que las "metaforicidades sostenidas" a partir de las cuales los hombres de América Latina y el Caribe construyen sus identidades de género están atravesadas por una matriz pigmentocrática que se encarna en sus cuerpos. En vista de que las pesquisas evidencian que la sexualización de lo racial, la racialización de lo sexual y la díada blanquidad/negridad juegan un efecto determinante en el entramado que da lugar a las masculinidades en el país, resulta necesario profundizar la historiografía del concepto "masculinidades", los artefactos ideológicos y culturales usados para enunciar y producir las identidades y las clasificaciones según los colores de piel entre los polos "oscuros" subordinados" y la hegemonía "blanca".

Palabras clave: Colombia, estado de la cuestión, masculinidades, racialidad, teorías feministas.


Abstract

This article proposes a theoretical-analytical look at studies on masculinities in Colombia. Based on a review of some of the more significant research in masculine identities in the different regional, sociocultural and racial constructs, this work presents possible future analyses and identifies some interpretative vacuums throughout the discussion. First, one of the hypotwheses of the work holds that to bring the category gender to a terrain of critical debate with social constructivism, it is imperative to address masculinities as fantasies, according to the line drawn by some English and American feminists. By discussing the empirical proposals from this perspective, the article suggests that the tautology the social explains the social naturalizes and abandons the controversial character of the conceptualizations and closes their epistemological possibilities. Such a central rupture permits an understanding of the complexities of the trans-masculinities and multiple masculine identities in intersectionality, in the view of the hetero-binary bias. Second, but on a parallel basis, the "coextensive" gender is conceived and recreated again and again by the colonial power matrix at the micro, meso and macro scale. Thus, using some of the decolonial feminist postulates, it is argued that the "sustained metaphoricities " from which men of Latin America and the Garibbean build their gender identities are crossed by a pigment-cratic matrix embodied in their bodies. As a number of studies demonstrate that the sexualization of the racial, the racialization of the sexual and the dyad "whiteness/blackness" play a determining effect in the framework that gives rise to the masculinities in the country, it is necessary to deepen the ideological and cultural historiography of the concept "masculinities", the ideological and cultural artifacts used to enunciate and to produce identities and the classifications according to skin colors between the" dark" subordinated pole and "the white" hegemony pole.

Keywords: Colombia, state of the issue, masculinities, raciality, feminist theories.


Resumo

Este artigo apresenta uma proposta teórico-analítica para nutrir os estudos sobre masculinidades na Colômbia. Gom base na revisão de algumas das contribuições mais substanciais das pesquisas interessadas nas identidades masculinas em suas diferentes construções regionais, socioculturais e raciais, apresentam-se suas potencialidades para possíveis análises futuras e discutem-se alguns vazios interpretativos identificados. Num primeiro momento, uma das hipóteses de trabalho sustenta que, para levar a categoria gênero a um terreno de debate crítico com o construtivismo social, é imperativo abordar as masculinidades como fantasias, segundo a linha estabelecida por alguns feminismos estadunidenses e ingleses. Ao discutir as propostas empíricas sob essa perspectiva, sugere-se que a tautologia o social que explica o social naturaliza e abandona o caráter polêmico das conceituações e encerra suas possibilidades epistemológicas. Uma ruptura central desse limitação naturalista implica compreender as complexidades das transnacionalidades e das múltiplas identidades masculinas na perspectiva interseccional, em vista da inclinação heterobinária. Num segundo momento, coetâneo ao anterior, concebe-se o gênero "coes-tensivo" e recriado uma e outra vez pela engrenagem da matriz colonial do poder à escala micro, meso e macro; assim, sob a apropriação de algumas premissas dos feminismos decoloniais, argui-se que as "metaforicidades sustentadas", a partir das quais os homens da América Latina e do Garibe constroem suas identicidades de gênero, estão atravessadas por uma matriz pigmentocrática que se encarna em seus corpos. Em vista de que as pesquisas evidenciam que a sexualização do racial, a racialização do sexual e a díade "branquidade/negridade" desempenham um efeito determinante na trama das relações que dá lugar às masculinidades no país, resulta necessário aprofundar a historiografia do conceito "masculinidades", os artefatos ideológicos e culturais usados para enunciar e produzir as identidades e as classificações segundo as cores de pele entre os poios "escuros" subordinados e a hegemonia "branca".

Palavras-chave: Colômbia, estado da questão, masculinidades, racialidade, teorias feministas.


La dificultad del estudio de los mundos masculinos reside en que la masculinidad reina, pero en un silencio que es la señal de una operación constantemente renovada de mantenimiento de las mujeres a distancia.

YVES COHEN1

Masculinidades en Colombia: orden socio-racial, racialización de lo sexual y sexualización de lo racial

Desde los primeros años de la década del noventa surgen en Colombia discusiones académicas a través de análisis sociológicos y antropológicos que articulan la raza., la clase social, el género y la sexualidad para abordar los procesos de subjetivación y construcción de las identidades masculinas en relación con las estructuras sociales de dominación entrecruzada.

La producción de estudios sobre masculinidades en Colombia es basta en sus distintas vertientes temáticas2, aunque uno de sus aportes sustanciales desde su periodo de emergencia han sido los análisis sobre diversidades regionales y las diferencias étnico- raciales en las experiencias masculinas3. Los balances presentados por Mara Viveros (1997,2001,2002, 2003) y Matthew Gutmann y Viveros (2007a, 2007b) documentan algunas de las contribuciones colombianas pioneras en las temáticas de sexualidades, paternidades y racialidades en los estudios sobre masculinidades en América Latina.

Gomo señalan Ulrike Strasser y Heidi Tinsman (2010), los estudios latinoamericanos sobre la masculinidad han logrado entretejer la historia del género y la sexualidad en el fondo mismo de la historia del mundo, intentando vencer la dicotomía entre los estudios de enfoque materialista y los culturales. El encuentro con las teorías poscoloniales y posmodernas aparece en los análisis que transversalizan género, raza, clase, sexualidad como parte de la constitución misma de América (Latina), según el modelo eurocéntrico de poder (Quijano, 2000).

Las preguntas sobre las masculinidades han sido abordadas a través de la articulación temática de las relaciones de género y sexualidad en los ámbitos laborales, las instituciones, los movimientos sociales y la modernización.

Con especificidad, en los estudios sobre masculinidades en Colombia ha sido transversal la pregunta por la construcción identitaria de los hombres en relación con las desigualdades y las diferencias socioculturales de género, produciendo paulatinamente investigaciones más específicas y localizadas, como resultado del avance mismo de los estudios de género y sexualidades en el país de los cuales no se han desligado4.

Los estudios sobre género en América Latina cuestionaron el excesivo énfasis marxista en la explicación de su conformación, mientras los estudios sobre masculinidades han permanecido entrecruzados con la economía política (Strasser y Tinsman, 2010). Las críticas a los paradigmas que predominaron en los años setenta (como el funcionalismo norteamericano y el marxismo) han hecho énfasis en las articulaciones analíticas del género no solo con la clase social, sino con la etnia, la raza y la sexualidad, para comprender las desigualdades sociales (Viveros, 1997; Gutmann y Viveros, 2007a, 2007b; Hernández, 2007). Por lo tanto, prevalecen las indagaciones que conceden enorme importancia al contexto social, la ubicación local y regional, y los significados culturales, insistiendo en el carácter múltiple de las masculinidades.

Dichas reformulaciones analíticas han permitido emplear estrategias metodológicas que reconozcan y sitúen en contextos regionales las masculinidades hegemónicas, subvirtiendo la creencia de que existe una masculinidad nacional unívoca. Asimismo, observar cómo hombres y mujeres en su vida cotidiana construyen etiquetas para establecer clasificaciones sobre las masculinidades (Viveros, 2002; Hernández, 2007).

Al menos tres líneas analíticas aportadas por las propuestas teóricas latinoamericanas desde los años ochenta a los estudios sobre masculinidades son identificadas por Strasser y Tinsman (2010). En primer lugar, se ha hecho énfasis en la conquista y colonización española y portuguesa de América Latina. Se han podido observar las relaciones y contrastes entre los modelos de masculinidad de los colonizadores frente a los colonizados, teniendo en cuenta la violencia sexual y el matrimonio forzado difundidos particularmente por las figuras sacerdotales cristianas occidentales.

En segundo lugar, se encuentran las relaciones entre género y modernización, que han permitido develar la construcción de una masculinidad heteronormativa dominante basada en el proyecto político nacionalista del hombre de familia sostenido por grupos liberales y de izquierda. En tercer lugar, los estudios sobre el trabajo que insisten en la posibilidad de analizar las masculinidades en la economía de forma relacional, prestando paulatinamente atención a la feminidad, venciendo la idea de que es una temática "sin mujeres".

Como consecuencia, las propuestas latinoamericanas contienen un cuerpo teórico que entiende la construcción múltiple de las masculinidades en un contexto multiculturalista y explora el anclaje de los macrofenómenos en el plano de las instituciones políticas como los incipientes Estados-nación y la estructura de familia, atravesando los individuos concretos y encarnándose en ellos (Gutmann y Viveros, 2007b; Strasser y Tinsman, 2010).

Por su parte, Gutmann y Viveros (2007a, 2007b) señalan que al menos tres son los tópicos de debate y controversia en los estudios sobre masculinidades en América Latina en el siglo XXI. En primer lugar, la complejidad que conlleva el análisis de hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, y las consecuencias interpretativas de la reducida categoría homosexual y el modelo activo/pasivo. La homosexualidad masculina y las masculinidades subalternas son temáticas poco consideradas o descartadas, lo que hace que los estudios sobre los hombres caigan en un tipo de homofobia al centrarse exclusivamente en los modelos y las concepciones de ser hombre heterosexual (Hernández, 2007).

En segundo lugar, las preguntas generadas en torno a las resistencias masculinas al cambio, los conflictivos contrastes entre modos "tradicionales" y "modernos" de ser hombre, y las nuevas formas de dominación masculina influenciadas por los discursos y prácticas producidos por las transformaciones sociodemográficas y económicas.

En tercer lugar, las diferencias entre los estudios "de fuera" que suelen generalizar y homogenizar las diversas y contradictorias experiencias de hombres en América Latina, sosteniendo un imaginario colonial angloeuropeo, y los estudios producidos "desde dentro". Las investigaciones creadas en América Latina han reformulado enfoques analíticos sobre las masculinidades para comprender las complejas condiciones regionales y con el fin de interrelacionar el género y la sexualidad como parte de procesos globales de cambio.

En este contexto de contribuciones de los estudios sobre masculinidades en América Latina, los ejes analíticos de las investigaciones desarrolladas en Colombia que han tenido como propósito central abordar las identidades masculinas en relación con las racialidades se encuentran entre la construcción de un orden socio-racial en Colombia basado en la diada blanquidad/negridad y, la sexualización de lo racial y la racialización de lo sexual (Viveros, 2009).

Frente al primer tópico de análisis, Peter Wade (1993,1994,1995, 2008) analiza en los contextos costeros atlántico y pacífico, particularmente en Chocó y Cartagena, cómo las masculinidades de varones negros se producen en sus formas dominantes por medio de la apropiación de la violencia, las prácticas culturales del festejo y la movilidad geoespacial y socioeconómica entre grupos de mujeres. En sus trabajos aparece la denominación nómadas para identificar a quienes transitan de una mujer a otra, cambiando de pareja y teniéndolas alternamente en el escenario de movilidad geográfica que exigen las dinámicas laborales. Los varones negros se hacen hombres a través de su inserción en dinámicas socioculturales de conquista, trago y baile, pues el contexto de representaciones y prácticas locales que articulan la música vallenata con la bebida facilita que sean identificados como hombres "mujeriegos" y "parranderos". Esta imagen difiere de la figura del "buen padre", altamente valorado por su entrega al trabajo, la provisión económica de la familia y la posibilidades de ascenso social que su posición social permite.

En el contexto cartagenero, Joel Streicker (1995) evidencia cómo las masculinidades de hombres ricos, quienes han sido descritos sociocultural-mente como preocupados por su imagen y carentes de autonomía frente a sus esposas son asociadas con la feminidad, a diferencia de las masculinidades negras, consideradas salvajes y peligrosas, concediéndose prestigio racial con base en la blanquidad para los hombres de clases acomodadas.

Con aproximaciones similares, los análisis de Mara Viveros (1998, 2001a, 2001b, 2002) y Viveros y Cañón (1995,1997) en los sectores medios de la costa Pacífica chocoana y de Armenia en el Eje Cafetero colombiano identifican dos tipos de masculinidades contrastantes y contradictorias en sus distinciones étnicas, generacionales y regionales. Por un lado, el quebrador u hombre negro, caracterizado como conquistador sexual y portador de habilidades para el deporte y el baile; y por otro, el cumplidor, característico de la masculinidad blanca producida en el contexto de la familia paisa, al que se identifica como hombre responsable, exitoso y trabajador.

La masculinidad canónica se establece a partir de la evaluación social y cultural de los comportamientos de los hombres en sus contextos escolares, familiares y conyugales atravesados por el orden socio/racial existente. Las denominaciones "proveedores responsables", "padres presentes" y "esposos monogámicos", que exaltan particularmente a los hombres de Armenia, señalan los atributos asociados con la masculinidad hegemónica colombiana, erigiendo la masculinidad blanco/mestiza de origen paisa como parámetro heteronormativo5.

Las etiquetas socioculturales asignadas a los hombres negros como "padres ausentes", "maridos promiscuos e infieles" y "proveedores irresponsables" denotan la subvaloración de la masculinidad negra, que al tiempo es afirmada con un conjunto de atributos asociados con la virilidad y la sexualidad potente como forma de resistencia a la dominación racial blanco/mestiza. En este margen de estrategias, también se restringen las ni posibilidades a determinados varones de cuestionar el uso de la fuerza y la heterosexualidad porque, se supone, desplazan los valores culturales hegemónicos sostenidos regionalmente.

En el Suroccidente colombiano, particularmente en Santiago de Cali, Buenaventura y Candelaria, con alta presencia de población afrodescendiente, se analiza la construcción de las masculinidades según distancias g generacionales y dinámicas de sociabilidad entre pares en sectores subalternos con fuerte segregación racial (Urrea y Quintín, 2000a, 2000b, 2000c; Quintín, Ramírez y Urrea, 2000; Urrea, 2003; Urrea et al, 2003; Castaño, 2011)6. En las barriadas populares se identifica la figura del aletoso, un hombre que hace uso de la fuerza, respetado por el grupo de pares (los parches juveniles) y que afirma por excelencia las relaciones heterosexuales y la conquista. En contraste, el gómelo se caracteriza por el cuidado de su forma de vestir y la alta valoración que concede a sus peinados y su forma de lucir y acercarse a los/as otros/as, localizándose en redes de amigos por fuera de su barrio de origen.

La virilidad es sometida a prueba bajo el control moral del grupo de pares, que define los contornos de la masculinidad/feminidad de acuerdo con las expectativas que genera el orden socio/racial. Se valorizan sobremanera el esfuerzo sexual y el dominio de las relaciones públicas y el control del espacio doméstico, deportivo y fiestero por parte de los hombres negros en sectores subalternos, con la complicidad y las resistencias de mujeres y hombres negros homosexuales al modelo de dominación masculina (Urrea y Quintín, 2000a, 2000b, 2000c; Quintín, Ramírez y Urrea, 2000; Urrea, 2003; Urrea et al, 2003; Castaño, 2011).

Los análisis anteriores, georreferenciados en distintos espacios sociales del país y, de acuerdo con las dinámicas de racialización, han conjugado de manera no secuencial el origen regional, la pertenencia social y el grupo de edad, entrecruzándolos simultáneamente con los contextos de pobreza marcadores de la clase social, las relaciones genéricas y la sexualidad. Las articulaciones entre subjetividades en distintas posiciones sociales revelan que no existe una identidad regional unívoca asociada con un modelo de masculinidad. Las confictivas relaciones de poder logran consolidar una masculinidad como la hegemónica, en la medida que contrasta con las feminidades, las masculinidades subordinadas y marginadas, y con la díada blanquidad/negridad del orden socio/racial en Colombia.

Respecto al segundo eje de análisis, las investigaciones revisadas han demostrado cómo la irrupción de la sexualidad como determinante de las subjetividades en la sociedades contemporáneas es afirmada y vivida por hombres negros en la lógica de la racialización de lo sexual y la sexualización de lo racial (Viveros, 2000; Urrea y Quintín, 2002; Urrea, Botero, Herrera, y Reyes, 2006; Urrea y Congolino, 2007; Congolino, 2008).

Tanto la iniciación masculina como el desempeño sexual han sido definidos como marcadores de la virilidad negra. Los estereotipos raciales afirmados por los varones se interrelacionan con la construcción que hacen de las feminidades. La "mujer conforme", "la sumisa" y "la santa" -caracterizadas por el cumplimiento de la fidelidad exigida por los varones, y al tiempo definidas como buenas madres y esposas, en definitiva, como "mujeres del hombre"- se diferencian de la "diabla", "la moza", "la puta" y "la aletosa", que se revelan y/o apropian de la norma viril para experimentar su sexualidad o desarrollar proyectos independientes sin el consentimiento de algún varón.

Frente a las dinámicas de afecto y placer en coordenadas raciales, las investigaciones identifican que suele definirse al hombre negro como ser "dionisiaco", potente sexualmente, y la mujer negra como una hembra hipersexual "candente" (Viveros, 2000; Congolino, 2008; Gil, 2008). La conquista sexual del varón negro es afirmada por el cumplimiento y la perpetuación de la heterosexualidad como norma del deseo y como patrón de regulación de las relaciones entre pares. Así, una traición a la normatividad viril negra significa la feminización bajo la prerrogativa de "no ser un varón", en definitiva, ser un "marica" (Urrea y Quintín, 2002; Urrea y Congolino, 2007).

La virilidad negra es afirmada como valor cultural étnico/racial en las distintas regiones mencionadas, asumiendo las experiencias subjetivas homosexuales dentro de sus comunidades como una amenaza a la raza, y por consiguiente, soportando un principio culturalista que simultáneamente avala la dominación masculina heterosexual. No obstante, las dinámicas de afecto y placer que sobrellevan hombres y mujeres heterosexuales afrocolombianos no se encuentran exentas de contradicciones.

Luz Gabriela Arango (2007) identifica cómo las dinámicas de segregación y discriminación laboral atraviesan las experiencias conyugales de parejas heterosexuales de mujeres y hombres negros en Bogotá. Las mujeres negras experimentan el estereotipo colonial de estar disponibles para la domesticidad, sobrellevando a su vez las dinámicas de supervivencia del ámbito familiar al enfrentar la contradictoria posición de sus compañeros. Los varones negros que se encuentran desempleados en el contexto de precariedad justifican su negativa a la realización de tareas domésticas, evitando la feminización y exaltando la figura de la madre como sostenedora de la cultura, y, por consiguiente, los valores tradicionales de la familia.

Por su parte, Viveros (2008) analiza los encuentros y desencuentros que experimentan mujeres y hombres heterosexuales en relaciones interraciales. Las dinámicas van desde el acoso sexual que sobrellevan las mujeres negras como "naturalmente hipersexuales" hasta las contradictorias relaciones conyugales que experimentan, por un lado, mujeres blancas que establecen vínculos con hombres negros, y, por consiguiente, rompen las reglas de ni su grupo socio/racial de origen. Por otro, las mujeres negras que se ven obligadas a renunciar a sus orígenes socioculturales para asimilar los valores exigidos por su pareja blanca.

A las primeras se les exige hipersexualizarse, mientras que a las segundas se les desexualiza, con el ánimo de justíficar que tales relaciones conyugales no son desinteresadas. Sin embargo, se señala la importancia de las experiencias de mujeres y hombres negros que trascienden la denominación culturalista de raza para establecer sus relaciones afectivas, concediendo mayor importancia al ascenso social y profesional.

José Ignacio Reyes y Waldor Botero (2007); Fernando Urrea, Reyes y Botero (2008), y Franklin Gil (2008) han hecho visible en sus investigaciones en Santiago de Cali y Bogotá la existencia de hombres negros homosexuales y bisexuales que también sobrellevan la racialización corporal en el intercambio erótico, como ocurre con hombres negros heterosexuales. El juego de los capitales sexuales aparece atravesado por los colores de piel y se manifiesta en la manera en que la construcción de la indumentaria y la presentación de la persona afirma el estereotipo racial de que "ciertas cosas no van con [ser negro]", o ciertas "cosas son propias de la belleza negra".

Los hombres negros homosexuales y bisexuales experimentan, por un lado, la discriminación del grupo de pares del mismo origen racial que considera la homosexualidad como "no negra". Por otro, el rechazo de la masculinidad blanca, que los asume como traidores de un desempeño sexual viril que supuestamente les pertenece por naturaleza; o la "exotización" bajo la rúbrica de la "hipersexualidad negra", que promueven algunos colectivos de hombres gais. En estas coordenadas analíticas se aborda la compleja relación entre racismo y homofobia, toda vez que los grupos LGTB han incorporado tímida y secundariamente en sus agendas políticas la lucha contra el primero, mientras que los colectivos afrocolombianos aún se disputan si es realmente válido luchar contra el segundo.

Los análisis presentados hasta el momento, reconociendo de entrada el tratamiento simplificado y reduccionista que se ha hecho de las investigaciones, hacen énfasis en la crítica al prejuicio culturalista de asumir las categorías "hombre-negro-mujer-homosexual- heterosexual" como homogéneas y estables al suponer que cumplen con un conjunto de atributos propiamente raciales. Por el contrario, insisten en la necesidad de abordar los efectos que resultan de relaciones contradictorias y entrecruzadas de dominación y agencia que posibilitan trasgresiones, asimilaciones o reconstrucciones subjetivas de feminidades y masculinidades.

En estas investigaciones, las categorías analíticas de raza, clase social, género, ciclo de vida y sexualidad se entrecruzan de modo simultáneo para ver las contradictorias experiencias de los hombres en coordenadas de poder, procurando no establecer conexiones donde no las hay, separando analíticamente los efectos de cada sistema de opresión y las intersecciones que operan con mayor claridad en determinados contextos, e intentando problematizar las tensiones conceptuales entre las estructuras sociales y la agencia.

¿Es el género todavía una categoría útil para el análisis de las masculinidades?

A continuación propongo la realización de una exposición preliminar de lo que podría ser una interpretación teórico-analítica para profundizar las investigaciones sobre masculinidades en Colombia, aunque bien podría servir para otros contextos, en la medida de sus posibilidades, incorporando como lente epistemológica la teoría de género y feminista desde algunos de sus debates más recientes y retadores. Más que una síntesis que compila un conjunto de discusiones de las teorías de género y feministas per se, me interesa su articulación crítica con un subcampo de estudios nodal del estado de la cuestión actual7.

Planteo un debate crítico con el constructivismo social haciendo énfasis en las fantasías de identidad, propuesta conceptual de dos teóricas feministas, una estadounidense y otra inglesa, para problematizar la utilidad de la categoría género en su acepción ya corriente e instituida. Asumo que el desbordamiento de la tensión diádica biologicismo-constructivismo pasa por la recuperación/discusión crítica de las categorías y posiciones de sujeto "transexual" y "transgénero", enunciando preliminarmente el lastre naturalista que conlleva hablar de género como construcción social.

La exposición desencadena en algunas articulaciones críticas con unas tenues aristas de la propuesta feminista descolonial para nutrir las aproximaciones analíticas a las masculinidades, teniendo como centro de debate las categorías de "género" y "sexo". Precisamente, con base en el aporte desde los años noventa de las investigaciones sobre masculinidades en Colombia que propusieron como objeto de estudio las identidades masculinas en contextos de diferencias socioculturales, regionales y raciales, se plantea que las reformulaciones del género como categoría de análisis pasan por su imbricación con el entendimiento de la colonialidad del poder8.

¿Es el género todavía una categoría útil para el análisis de las masculinidades? Después de que se hiciera famosa la definición de género que Joan Scott había planteado en su clásico ensayo de 1986, la autora traería a colación nuevamente el debate al preguntarse si el género todavía sería una categoría útil para el análisis (Scott, 2011). En el momento de la primera publicación solía usarse el significado de "culturalmente construido" para referirse al género, mientras que lo biológico era considerado parte de lo referente al sexo.

Con la aparición de los aportes críticos de algunas teóricas contemporáneas se señalaría que la distinción entre sexo y género era falsa, puesto que sería el género el que atribuía los significados culturales al sexo. Las motivaciones que Scott tenía sobre la definición de la categoría género - estaban asociadas a la influencia de la teoría foucaultiana sobre cómo se establecía el conocimiento de la diferencia sexual "natural" y sobre cómo se cambiaba un "régimen de verdad por otro".

Las feministas que radicalizaron su teoría en los años noventa y, que desde una aproximación lingüística reformularon la teoría de género y el psicoanálisis, insistirían en el carácter ficticio de la masculinidad y la feminidad producto de un conjunto de prácticas materializadas en las gestualidades que producían el género a través de la enunciación performativa de las reglas normalizadoras de la heterosexualidad (Butler, 2007). El uso destotalizado de la categoría "mujer" deconstruía al tiempo la de "hombre" porque ambas poseerían un carácter vacío y carecerían de transparencia (Scott, 1992; Otegui, 1999; Núñez, 2004).

Los cuestionamientos que había suscitado la categoría género se habían domesticado en la común referencia de que si el sexo es género, entonces el género son esas diferencias entre los sexos, o de un modo más simple, es sinónimo de "mujeres". Scott actualiza de nuevo el debate al sugerir que no se deberías partir de la palabra en sí -similar al uso de la policía lingüistica-gramatical-, que generalmente tómalos significados de "hombre" o "mujer" como fijos, sino desde su uso crítico. Más allá de describir diferencias que se dan por hecho, "el énfasis debería ponerse no en los roles asignados a las mujeres y a los hombres, sino en la construcción de la diferencia en "si" (Scott, 2011, p. 98).

La autora recupera lo que Denise Riley había planteado en 1988 en su libro ¿Soy yo ese nombre?" El feminismo y la categoría de mujeres en la historia", cuando indica que no es que a las mujeres no se les haya dado historia, sino que en la alusión a las distintas vidas de diversas mujeres se da por supuesta "una continuidad de mujeres reales sobre cuerpos constantes por donde fluyen los significados", "paradójicamente, la historia de las mujeres ha mantenido a las 'mujeres' fuera de la historia" (Scott, 2011, p. 99).

Para Riley, tal como lo ha sido para muchas autoras feministas, la verdad esencial de la diferencia sexual es un producto de la historia. El hecho de que la categoría género siga siendo útil depende en gran medida de problematizar dicha diferencia. En esa vía, Scott sugiere que se recurra a la teoría psicoanalítica, no en sus versiones conservadoras, que apuntalan la heterosexualidad como la clave para definir las "psiquis normales" y las "culturas estables", sino para entender el género como una fantasía.

Desde esta perspectiva, se indica que los significados de la diferencia sexual se ofrecen en los dominios de la fantasía individual y el mito colectivo, pero no necesariamente tienen sincronía ni determinan la manera como los individuos se relacionan con la masculinidad o la feminidad. La teoría no parte de una definición fija de masculino-femenino, sino de cómo fue producida.

Scott sugiere analizar los significados idiosincráticos desarrollados por las psiquis individuales que no están construidos independientemente de la conciencia de las categorías normativas, y cómo se imponen. De hecho, estas categorías no son simples afirmaciones de identificaciones deseables, como si se produjeran por la simple determinación racional de desear convertirse en algo, sino que "son intentos (a menudo no efectivos) de eliminar la confusión psíquica que genera la diferencia sexual, de alinear la fantasía individual con el mito cultural y la organización social" (Scott, 2011, p. 101).

La manera en que el género es abordado como una fantasía por Scott, recuperando a Riley, viene de la idea de un eco que aparentemente se escucha, identificaciones retrospectivas por las cuales se intenta crear una ficción de continuidad en nuestros relatos con "mujeres a través de la historia". El eco de fantasía sería el medio por el cual se mantiene de modo contingente un conjunto de repeticiones imaginadas y repeticiones de parecidos imaginados. El eco siempre suele ser distorsionado y su inestabilidad revela cómo recreamos e imaginamos que pertenecemos "a las mujeres" (Scott, 2009; Castellanos, 2010).

Como señala Castellanos (2010), el concepto de fantasía de Scott se sostiene con tres spectos fundamentales. En primer lugar, de acuerdo con los psicoanalistas Laplanche y Pontalis, considerándola no un medio sino un escenario en el cual el sujeto participa y recrea la gratificación de su deseo en una secuencia de imágenes. En segundo lugar, retomando la referencia freudiana de que la fantasía enmascara el conflicto al tiempo que castiga a quien desea. En tercer lugar, desde el planteamiento del psicoanalista marxista-lacaniano Slavoj Zizek, en el cual el funcionamiento de la fantasía es abordado como una narración que condensa eventos distintos y disímiles en sucesiones temporales.

El género como eco de fantasía conllevaría producir la identidad como una metaforicidad sostenida, la fantasía de "vivir como sí", en términos de Denise Riley (Castellanos, 2010). De modo que si el género desnaturaliza las diferencias sexuales y permite comprender el carácter fantasioso de las identidades, es posible que se dé una aproximación a las masculinidades desde una categoría aún útil para el análisis.

Si se considera la incorporación que hace Riley (1988) del reto epistemológico que planteó Foucault a la historia -para ver, desde una genealogía, la forma en que la categoría mujeres se construye de forma contradictoria por trayectorias discontinuas de discursos y prácticas de poder/saber sobre los cuerpos-, es probable que se abra una posibilidad para abordar a los "hombres" como categoría inestable e inconstante.

Sin embargo, "la dificultad del tema se hace evidente si comparamos lo que sucede al definir al hombre con el resultado del ejercicio de conceptualizar a la mujer" (Castellanos, 2006, p. 46). Riley (1988) plantea cómo a las mujeres se les arrebató su historia a través del efecto de ver "una continuidad de las mujeres reales en cuerpos constantes"; de esta manera, podría apelarse a la cita en el sentido derridiano y preguntar: ¿quién ha construido el género de la historia? O mejor ¿serían "los hombres" una continuidad de cuerpos constantes por donde fluyen diferentes significados?. Si la aparente respuesta es que la historia probablemente fue escrita por hombres9, y si en el intento del género por desmontar la "historia arrebatada a las mujeres" se habría instituido una relación entre naturaleza-cultura para explicar a "las mismas mujeres", entonces no podría darse por sentado que se tuviéra muy claro cómo los hombres se construyeron en la historia.

Si los hombres son hombres en la medida en que la historia les pertenece, ¿no es probable que también se les esté considerando como una "continuidad de hombres reales en cuerpos constantes"? Si la tautología se recrea continuamente al decir que A es igual a A, es probable que la identidad de los hombres quede prescrita. ¿El género arrebataría a los hombres su propia historia? En el soporte de la idea de razón ilustrada que igualó los hombres a la humanidad, posiblemente se de sus contornos difusos la existencia de otros hombres en una estrategia de mantenimiento de los hombres a distancia, por cuanto no se tendrían mayores certezas si Hombre en realidad son los "hombres reales", o si no son más que puntos suspensivos suturados entre la prescripción patriarcal del género y la subjetividad fantaseada.

¿Existen los "hombres" sin historia? Si existe "historia de los hombres", ¿cuál es esa historia que parece que no es preciso revisar? Si se radicaliza a Riley, el hecho de que existan teorías de los hombres y sobre la vida de los hombres no quiere decir que "los hombres" se hayan convertido en objeto de investigación histórica (Tosch, 1994). Me pregunto, del lado de Riley, si algún hombre podría cuestionarse: ¿Qué hay de ese nombre "hombre" del cual me aferro sin saberlo? ¿Soy la historia de hombres que cuentan sobre mí?

Probablemente pueda ocurrir que ni siquiera la pregunta esté dentro de sus posibilidades porque la masculinidad reina y se da por sentada como la paradoja de la doxa, aquella eternización de lo arbitrario que soporta la dominación masculina por complicidad (Bourdieu, 2000). También son posibles las articulaciones basadas no solo en la sujeción, sino en la producción de subjetividades masculinas que rechazan, modifican o suturan las prescripciones identitarias (Hall, 1996). La utilidad de los estudios de género puede devenir no en qué es lo específico de "ser hombre" o "ser mujer" si no en por qué se ha llegado a realizar esa pregunta y se ha naturalizado como verdad (Scott, 2011).

En los estudios mencionados sobre masculinidades en Colombia, precisamente se ha privilegiado el constructivismo como enfoque analítico, en la medida en que se revela que las masculinidades son relativas y múltiples y, que son producidas de acuerdo con las dinámicas socioculturales de género en distintas áreas geográficas con diferencias étnico/raciales, de ciclo de vida y generacionales, y de acuerdo con los procesos de socialización en la institución familiar, los espacios de sociabilidad entre pares y las relaciones de pareja.

La perspectiva constructivista antropológica ha insistido, particularmente, en el conjunto de representaciones sociales que recrean los hombres para construir sus masculinidades y las maneras en que los discursos y prácticas de mujeres y otros hombres confirman o contrastan con la imagen que se han creado de sí. Asimismo la dimensión del poder es incorporada para comprender de qué modo las diferencias socioculturales entre los géneros se basan en la dominación masculina (Bourdieu, 2000), y cómo se negocian o desencuentran distintas masculinidades en contradictorias posiciones sociales de la estructura de género (Connell, 1995). En efecto, el análisis de la masculinidad hegemónica ha sido ampliamente difundido para comprender la producción de masculinidades normativas y periféricas.

A pesar de los aportes de estas perspectivas usadas, si una de las proposiciones feministas ha sido desmontar la matriz colonial del pensamiento ilustrado que supuso la humanidad y el individuo bajo la supremacía de la virilidad (Amorós, 1990; Seidler, 2000), podría pensarse en la fuga, como señala Castellanos (2009), de los análisis de la identidad definida en términos de la facultad de la razón hacia la capacidad imaginativa, plus- valorizando las posibilidades de construir fantasías y ficciones.

En este umbral aproximado, al modo de la rejilla de la ininteligibilidad butleriana, puede plantearse que la construcción de las masculinidades es fantaseada a través del eco, de un "vivir como si". La definición renovada que Scott (2011) plantea lleva a otros terrenos el constructivismo social que se solía utilizar para abordar el género. La referencia de que el sexo es género, y que por tanto el género son las diferencias entre hombres y mujeres, parece banalizar la categoría y complicar los estudios sobre masculinidades si se parte de la diferencia y, no de su historia. Las masculinidades terminan siendo cualquier cosa, naturalizadas, ocultándose los mecanismos y estratagemas por los cuales fueron producidas en coordenadas de poder y dominación. La definición usual y famosa de que el género es la diferencia sociocultural entre las masculinidades y las feminidades -como un modo de entender la construcción social de las identidades- parece no decir mucho; de hecho, como señala Eduardo Restrepo (2009):

En el estudio de las identidades no basta con quedarse en el lugar común de afirmar que las identidades son construidas, en la repetición cuasi ritual de que las identidades no son esenciales, inmutables o ahistóricas. Decir esto sobre una identidad, es prácticamente no decir nada. (p. 72)

En las investigaciones sobre las masculinidades se hace necesario quitar el velo explicativo de que lo social es social, porque la tautología nuevamente naturaliza el género y esconde los mecanismos de su conformación. Es necesario explicitar de qué modo se construye eso que se denomina construcción social, aunque parezca autoevidente que las masculinidades efectivamente lo sean, pues "se dice tanto del género, se utiliza tanto la expresión, que se ha vaciado de contenido" (Munévar, citada en Betancourth y Calvo, 2010, p. 195)10.

Los análisis sobre masculinidades podrían enriquecerse de las teorías feministas que abordan las identidades como metaforicidades sostenidas, sin caer en el extremo radical de que son solo y puro discurso o que los discursos se encuentran alejados de la realidad material. Las narrativas necesitan ser comprendidas en los contextos de sus efectos prácticos, captando lo que se dice y los silencios y, su conflictiva relación con las representaciones y los significados (Restrepo, 2009). Desde este lugar, decir simplemente que los hombres son hijos de su historia parece ya unajustificación de las relaciones de poder basadas en el género, y por consiguiente, la naturalización de la historia misma, de la experiencia de los hombres y sus relaciones con las mujeres en determinada época.

Del desmonte de la invisibilidad de los hombres trans y las masculinidades femeninas

A propósito del debate sobre la deconstrucción de la matriz heterosexual en la definición del género y de cierto lastre tautológico de lo social que explica lo social, los estudios sobre las identidades trans han sido nodales para trastocar el binarismo de la definición usualmente utilizada. Sobre estas investigaciones, Jack Halberstam señala:

A menudo se han centrado en la variante de género "mujer" en vez de los transgéneros masculinos, y quizá por esta obsesión por las trabajadoras sexuales (lo que realmente merecería ser estudiado para saber cómo los antropólogos obtienen su información y sus fondos) la investigación sobre las transgénero hombre a mujer domina el campo de investigación. (Halberstam, 2008, p. 13)

Para el caso de las investigaciones sobre masculinidades en Colombia, aún persisten silencios sobre las transmasculinidades y las masculinidades femeninas. No se encontraron investigaciones en los centros y grupos de estudios de género consultados en el país, en las que se abordaran los hombres trans u otras construcciones masculinas "sin hombres" como sujetos/as con género que también experimentan, construyen, modifican o perpetúan un orden de género11.

Los únicos trabajos que han exigido la incorporación de la existencia transmasculina vienen, uno, de los mismos hombres trans organizados en colectivos, y otro, sobre su experiencia organizativa, que desde acciones institucionales de incidencia pública y acciones colectivas de protesta a la masculinidad hegemónica y la heterosexualidad obligatoria han puesto el tema como núcleo del debate (Entre-Tránsitos, 2011; García, 2013).

Las masculinidades trans necesitan ser abordadas para desmitificar la latente idea de que los estudios sobre masculinidades les pertenecen a los "hombres", como si necesitaran mantener en la frontera a otros hombres. El debate sobre el género podría ser reformulado a nivel local si se deja de pensar que las masculinidades necesitan solo un cierto tipo de hombres, manteniendo a distancia las transmasculinidades y las múltiples masculinidades femeninas. En definitiva, no tendría por qué existir certeza de que los estudios sobre masculinidades se hacen con hombres, cuando las fantasías destotalizan el concepto y se convierten en uno de los mecanismos de su producción. Las masculinidades, entonces, existen sin lo que culturalmente en el pensamiento straight12 se suele llamar "hombres".

Jack Halberstam (2008) sugiere desde la teoría queer13 que las masculinidades no tienen un referente biológico sustancial: ni la anatomía ni la fisiología las determinan. Por el contrario, su aparición es posible en cuerpos de "mujeres" a través de una performance o teatralidad tipo drag king que subvierte la normativa hegemónica del género denotado como "masculino". El uso de categorías prácticas en la vida cotidiana, como dyke o butch, permite su apropiación discursiva. Halberstam argumenta que la masculinidad dominante se hace inteligible cuando se encuentra en un cuerpo asignado como blanco, varón y de clase media, y que las posibilidades de indefinición son posibles en un continuum de masculinidades. De ese modo, el autor critica la noción homogenizadora de lesbiana porque invisibiliza la existencia de múltiples masculinidades-femeninas, y la aparición de un tránsito radical como el de hombres trans14.

El análisis teórico de la relación fantasías-masculinidades, a su vez, requiere no solo desnaturalizar el uso totalizado de la categoría "hombre" sino deconstruir y desmontar el imperativo heterosexual que asume el género como la suma de hombres y mujeres:

[...] en particular, con respecto al estudio de la masculinidad, tenemos que hacer un esfuerzo para evitar los argumentos cuantitativos y las recetas etnográficas que implican que "las mujeres ya han tenido su oportunidad; entonces ahora nos toca". El género no se puede reducir al formulario hombres + mujeres = género. (Gutmann, 1999, p. 117)

Si se propone como reinterpretación analítica de la categoría género pensar las masculinidades que se disputan la categoría "hombre", la historia del término mismo transexual/transgénero revelaría los dispositivos de poder/saber cuyo imperativo ha sido suturar el binarismo de género occidental, activando la creación y clasificación de categorías de sujeto que trastocan la matriz de inteligibilidad. La historia del género tiene su propia genealogía sobre lo que cuenta como "hombre".

De hecho, antes de que la categoría género fiiera apropiada analíticamente por las feministas estadounidenses en los años setenta del siglo XX, la implosión de los discursos médicos y psiquiátricos de la modernidad naturalizarían las diferencias entre hombres y mujeres por medio de los dispositivos de poder-saber sobre los cuerpos (Foucault, 2002; De Lauretis, 2004).

A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX, en Estados Unidos, el psicoendocrinólogo John Money, en la Gender Identity Clinic, en la Facultad de Medicina John Hopkins, en Baltimore, y el psicopatólogo Robert Stoller, en el Centro médico de la Universidad de California, en Los Angeles, iniciaron los primeros estudios y pruebas a intersexuales y transexuales con el fin de crear mecanismos terapéuticos, endocrinológicos y quirúrgicos para adecuar sus cuerpos a las normas de género imperantes (Haraway, 1995; Preciado, 2002). Stoller introduciría

[...] el término identidad genérica en el Congreso Psicoanalítico Internacional de Estocolmo en 1963. Formuló el concepto de identidad genérica dentro del entramado de la distinción entre biología y cultura, de tal manera que el sexo fue relacionado con la biología (hormonas, genes, sistema nervioso, morfología) y el género con la cultura (psicología, sociología). (Haraway, 1995, p. 225)

En ese contexto, Money (1955) y Stoller (1964,1968) crearían por vez primera la distinción entre sexo y género. Ya en 1952, la popular transexual Christine Jorgensen se sometería a una cirugía de cambio de sexo, en la que participó el médico Harry Benjamin, creándose las condiciones para la patologización de intersexuales y transexuales bajo la idea de la no concordancia entre cuerpo (sexo genital) y mente (género psíquico), en un paradigma dicotômico de los sexos (Preciado, 2002,2010; Stryker, 2008; García, 2010).

El género, paradójicamente, sería naturalizado en los discursos de poder-saber médicos, poniendo en escena su carácter artificioso en los quirófanos (Preciado, 2002). La famosa frase de John Money "es más fácil 'hacer' a una mujer que a un hombre" develaba la plasticidad del género mientras reducía de nuevo a las mujeres al sexo -así fuese intervenido-, constituyendo a su vez a los hombres como la parte inexplorada de los discursos de poder-saber.

Como resultante, esta genealogía ha volcado su mirada hacia la corporalidad, definiendo aún el género desde la política de la entrepierna. La interpretación teórico-analítica sobre las masculinidades como fantasías y/o metaforicidades sostenidas implica llevar el cuerpo a otro terreno y desnaturalizarlo de su encrucijada binaria. Se requiere trascender las pesquisas basadas en el pasaje performativo de la identidad transmasculina y hacerlas entrar en análisis de relaciones de poder más allá de la apropiación corporal, entendiendo de qué forma las masculinidades trans atraviesan las estructuras de género y de qué modo agencian proyectos individuales y colectivos. Es necesario que se analicen de manera relacional con las feminidades y con los sistemas de dominación entrecruzada, como lo sugieren el black feminism y los feminismos descoloniales15, haciendo parte de procesos globales de cambio.

Los colores de las fantasías: masculinidades en la matriz colonial

Raewyn Connell (1998) plantea que los estudios sobre masculinidades a lo largo de la década del noventa han pasado del momento psicosocial, basado en los enfoques de los roles sexuales, a uno etnográfico, en el cual se aborda la diversidad de experiencias de las masculinidades, así como su variabilidad histórica y cultural en contextos locales y específicos. Posteriormente, sugiere incorporar las dimensiones económicas y políticas en los trabajos, y así:

[... ] superar "el momento etnográfico", los estudios empíricos -útiles para aprehender las construcciones locales y nacionales de las masculinidades-, con el objetivo de reflexionar, desde un punto de vista histórico y geopolítico, sobre las masculinidades globalizantes y sobre la difusión de modelos masculinos a través de los procesos coloniales y neocoloniales o de los del liberalismo económico mundial. (Connell, citado en Viveros, 2002, p. 104)

Como se ha sostenido, los estudios sobre el asunto en Colombia presentan un amplio desarrollo de investigaciones empíricas de corte sociológico y antropológico que abordan las particularidades culturales de las masculinidades en plural. Algunas de las investigaciones sobre hombres y racialidades incorporan análisis sobre los efectos y las apropiaciones de la ideología del mestizaje y el blanqueamiento en las subjetividades racializadas tras el proceso de colonización española en Colombia. No obstante, la dimensión geopolítica aún no ha sido ampliamente desarrollada y, las aproximaciones históricas aún son escasas, más aún si se entrecruzan con dinámicas macroestructurales asociadas con la mundialización y los efectos del neocolonialismo.

Con timidez se hacen algunas referencias a los efectos que genera la historia colonial de la construcción de la nación colombiana, de acuerdo con dinámicas geoespaciales, sobre las identidades masculinas. Los cambios sociodemográficos del capitalismo global todavía no se abordan extensamente, menos aún los discursos y prácticas de resistencia o asimilación de hombres al orden hegemónico en el periodo de la Conquista y la Colonia, en coordenadas simbólicas y estructurales de género16.

El modelo planteado por Raewyn Connell (1995) se ha puesto a dialogar con las teorías poscoloniales, de la interseccionalidad y del black feminism, para captar la existencia de masculinidades hegemónicas de acuerdo con contextos sociales basados en un orden socio/racial sexualizado, que produce en determinados escenarios culturales, tanto rurales como urbanos, masculinidades marginadas, subordinadas o que reproducen por complicidad el dividendo patriarcal. Aunque todavía hace falta profundizar las investigaciones sobre masculinidades, articulando el género con el entramado de la matriz colonial del poder.

Al respecto, Quijano (2000) plantea una concepción de la colonialidad del poder como una estructura global en la cual se imbrican trabajo, raza y género, aunque en determinados ámbitos, la edad. El capitalismo mundial colonial/moderno se produce en torno de tal estructura y de dos ejes centrales: el control de los recursos de sobrevivencia social y el control de la reproducción biológica de la especie. La raza se incorpora a partir de la articulación de los dos ejes y con la constitución de América.

Como eje central de articulación, Quijano asume al ámbito del trabajo en el que se intersecan el género y la raza y, avanza de forma contundente a considerar que con la construcción de nuevas identidades societales y geoculturales, la racialización del poder fue el sustento y la referencia que legitimó el carácter eurocentrado del poder material e intersubjetivo.

Sin embargo, en su propuesta la dominación por género queda supeditada nuevamente a un eje de articulación fundamental: la división internacional del trabajo con su connotación de clasificación racial. Explicación similar a la apropiación analítica en América Latina de la economía política que el autor cuestiona. A propósito, Karina Bidaseca y Vanesa Vázquez (2011) señalan:

María Lugones (2008) y Breny Mendoza (2010), muestran la limitación del pensamiento de Quijano al considerar al género anterior a la sociedad y a la historia, lo cual naturaliza las relaciones de género y heterosexualidad y los efectos de la poscolonialidad. Coincidimos con estas autoras en que la raza opera en las teorizaciones de Quijano como un concepto totalizador y debe ser pensada interseccionada por el género/sexo (en vez de entender la raza superpuesta a ellos), (p. 3)

Es evidente que Quijano asume el sexo con una connotación biológica, por cuanto el fantasma del naturalismo sigue presente en su propuesta, por extensión, abandonando el debate feminista que deconstruyó el sexo como un sustrato biológico y demostró desde la filosofia y la antropología que el sexo es social (Rubin, 1975; Mathieu, 2005; Butler, 2007). Para los estudios sobre masculinidades en Colombia, la colonialidad del poder no puede ser pensada bajo el uso de categorías sociales de análisis en niveles jerárquicos o sumatorias, sino que, como lo plantean con anterioridad el black feminism y los feminismos descoloniales, esta se produce como matriz, en la medida que raza, etnia, clase, género y sexualidad están imbricados simultáneamente. De hecho, de un modo más problemático, María Lugones (2011) planteó:

[En] análisis contemporáneos se han introducido argumentos a favor de la idea de que el género construye el sexo. Pero en la versión anterior, el sexo era base para el género. A menudo, se conjugaban: donde se vea sexo, se verá género y viceversa. Pero, si tengo razón sobre la colonialidad del género, en la distinción entre lo humano y lo no- humano, el sexo tenía que permanecer solo. Género y sexo no podían ser al mismo tiempo vinculados inseparablemente y racializados. El dimorfismo sexual se convirtió en la base para la comprensión dicotómica del género, la característica humana. Una podría estar interesada en argüir que el sexo que permanecía solo en la bestialización de los colonizados, estaba, después de todo, generizado. Lo que es importante para mí aquí es que al sexo se le hacía estar solo en la caracterización de los colonizados. (Lugones, 2011, p. 34)

Si al parecer el sexo de forma independiente al género se convertía en una base de clasificación de los colonizados bajo la idea de la animalidad salvaje, los estudios sobre masculinidades tendrían que enfrentarse al reto epistemológico de someter a prueba historiográfica de qué modo los varones colonizados se convirtieron en no-humanos-por- no-ser-hombres, y por tanto en "machos", en la medida en que la categoría "hombre" pertenecía al europeo blanco (Lugones, 2011). Las "masculinidades" como concepto plantean un conjunto de suturas que es necesario resolver con la investigación empírica, para comprender de qué modo la historia colonial puede ser leída en clave de género, y por consiguiente, de qué modo aparecen los legados y las transformaciones de la colonialidad en la construcción de los "hombres" y las subjetividades masculinas contemporáneas (Urrea, 2008).

En ese sentido, al abordar las masculinidades como fantasías será necesario percatarse de que las ficciones de las identificaciones de género se intersecan de forma contradictoria, en correlaciones discontinuas de fuerza, con la pigmentocracia17 encarnada en los cuerpos de los hombres de Colombia, y en general de América Latina y el Caribe. Y para evitar el riesgo de usar el género como categoría blanca con sesgo elitista, avalando una interpretación neocolonial que bajo la invisibilización de los hombres trans usa la categoría de "transgénero" y "transexual" de forma exótica, será necesario abordar las categorías analíticas como tejidos, es decir, como entramados o matrices en las cuales la separabilidad experiencial de los regímenes de opresión es imposible.

En estas vías analíticas pueden ubicarse al menos algunas rutas de interpretación que enriquecerían los estudios de género. Este apelativo produce una idea aparentemente común de que existe una identidad masculina latinoamericana basada en la imagen del macho viril quien por medio de uso de la violencia posee a las mujeres (Viveros, 2006).

El "machismo latinoamericano" constituye un término mistificador que atribuye estereotipos raciales, sexuales, de clase, género y coloniales a los hombres de los grupos subalternos, naturalizando sus comportamientos, por lo que tiene muy pocos alcances analíticos (Viveros, 2006). Por lo tanto, resulta ser más un concepto "nativo", como arguye Geertz (1994), que una categoría analítica coadyuvante de las investigaciones sobre masculinidades.

Es indudable que hoy en día en todo el mundo el término machismo es una expresión común para sexismo, pero es un término cuyo historial es extraordinariamente corto y cuya etimología se deriva tanto de la política internacional y las corrientes sociales como de los artefactos culturales característicos de América Latina. (Gutmann y Viveros, 2007b, p. 133)

La vaguedad de los términos usados como parte de las ficciones identitarias e imaginadas sobre los hombres de América Latina perpetúa una interpretación esencializante y totalizadora de las masculinidades, si se suele asumir los conceptos de "machismo", "patriarcado" y "dominación masculina" de modo intercambiable, abandonando su especificidad histórica (Minello, 2002).

Por otro lado, como puede sugerirse desde la propuesta analítica de Urrea (2008), los análisis interseccionales sobre las masculinidades en Colombia no han abordado en profundidad las masculinidades indígenas, teniendo en cuenta los procesos de larga duración de la colonialidad del poder bajo la ideología del mestizaje cultural y sus transformaciones sociodemográficas contemporáneas. Ello implica volver a las investigaciones sobre género y etnia para identificar su riqueza y sus dificultades en la comprensión de la participación de los hombres; sus subjetividades en torno a la comunidad; sus prácticas y discursos, y sus relaciones con las mujeres.

Los análisis de los sistemas étnicos y de género serían una línea interesante por la cual los estudios sobre masculinidades se enriquezcan, pues como sugiere Urrea (2008) de la mano del sociólogo Goran Therborn, "el análisis de las intersecciones de producción de la nacionalidad, los géneros masculinos y femeninos, la racialidad y la etnicidad no están separados de la sexualidad en los espacios microsociales del mundo familiar" (p. 12). De hecho, las articulaciones de la colonialidad del poder con los diferentes regímenes de dominación podrían ser abordadas desde una estrategia metodológica basada en la historia oral y los análisis societales a escala meso y macro.

Asimismo, en los análisis etnográficos de los estudios sobre masculinidades en Colombia se han olvidado muchas regiones del país, aludiendo a diversidades regionales como evidencia de la producción de distintas formas de ser hombre a nivel nacional, cuando se trata solo de algunas zonas específicas. Es necesario ampliar las investigaciones en la región oriental del país, a propósito del "macho del Llano"; la diversidad de experiencias masculinas afrodescendientes, particularmente la de hombres caribeños, migrantes e insulares, para confrontar las comunes referencias culturalistas y regionalistas, y llevar las interpretaciones a un nivel comparativo18.

Con particularidad y suspicacia, la región amazónica, en el sur de Colombia, suele ser asumida por medio de una lectura homogenizaste de "lo indígena", reduciéndola siempre a la precariedad y al "sub-desarrollo". Estrategia que por demás parece redundar en una colonización epistemológica al afirmar de fondo una y otra vez el otro que no tiene género lo es en cuanto indígena. Por lo tanto, es importante rescatar las bibliografías construidas sobre las dinámicas socioculturales de las regiones para introducir la perspectiva de género, abriéndola a los estudios sobre masculinidades, incorporando las dimensiones de la organización política y étnica, y las transformaciones sociodemográficas.

Finalmente, si la interpretación de las masculinidades bajo la lente de la colonialidad del poder implica comprender las masculinidades como fantasías pintadas de colores de piel, será preciso que las investigaciones venideras nutran la categoría género, identificando aquellas complejas relaciones entre el orden socio-racial, la ideología del mestizaje y las dicotomías que se articulan de forma encarnada, por ejemplo, "no-blanco"- "no-hombre", para comprender cómo ciertas identidades, como la de hombres trans u otras masculinidades, subvierten o perpetúan la dominación neocolonial.

Vale la pena evitar solo un "momento etnográfico" para acercarnos a un análisis de las dimensiones socio y geopolíticas por las cuales se establece la genealogía de las categorías que usa la academia para mantener "otros hombres" a distancia, como estrategia cognoscitiva propicia a un modelo neo-colonial del poder-saber que aún produce al género. Quienes todavía sostienen que el género no ha cambiado la interpretación de la historia, o que con él no hay nada nuevo para reformular lo ya sabido, confirmarían que las masculinidades siguen manteniéndose en todas partes, sin saber en qué lugar se encuentran (Scott, 1992; Tosch, 1994).


Notas

1 Agradezco a la profesora Luz Gabriela Arango de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia por traer a colación este mensaje en sus trabajos de investigación. Me apropio de su interés feminista. La traducción es suya.
2 El artículo solo se concentra en algunos de los resultados teórico-conceptuales del estado de la cuestión más amplio, realizado en la investigación "¿Y entonces... Qué más, 'hombres'? Estudios sobre masculinidades en Colombia: una lectura en clave feminista", en el cual se hizo una revisión de un arsenal de trabajos de diferentes temáticas y grupos de investigación en el país hasta 2013, bajo una metodología de análisis de contenido y hermenéutica (La Furcia, 2014).
3 En los años cincuenta y sesenta pueden encontrarse las primeras referencias ampliamente citadas en trabajos antropológicos y sociológicos del país (Gutiérrez de Pineda, 1968; Dussán de Reichel, 1954), cuyos intereses de análisis fueron la organización sociocultural de los grupos sociales en distintas regiones colombianas y sus implicaciones en la individualidad bajo el paradigma estructural-funcionalista norteamericano (Viveros, 1997).
4 Los estudios sobre masculinidades en Colombia aparecieron en los años noventa, entre otros aspectos, producto de la aparición de propuestas de académicas feministas que incorporaron la categoría género en sus reflexiones conceptuales e investigaciones empíricas en el periodo de institucionalización de los primeros centros de estudios de género en las principales ciudades capitales del país (La Furcia, 2014).
5 Viveros (2013) analiza cómo aparece el entrecruzamiento entre racialización y masculinidad en las representaciones mediáticas del expresidente Alvaro Uribe Vélez, identificando los discursos de afirmación de la "cultura paisa" como modelo prototípico de la virilidad blanca en la configuración socio-racial de la nación. Por su parte, Franklin Gil (2010) reflexiona sobre las representaciones mediáticas de personas negras de clases medias y altas en las páginas sociales, en las que se identifica su ascenso social como una excepcionalidad y se afirma "la belleza negra" como resultado de la imbricación entre la sexualización corporal y la incorporación del capital cultural que concede la blanquidad en un contexto multicultural de afirmación de la diferencia.
6 Femando Urrea (2011) realiza un balance a modo de panorama sobre las investigaciones desarrolladas en la línea de sexualidades, género y raza del grupo de investigación Estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diferentes componentes, de la Universidad del Valle.
7 Me parece conveniente hacer uso del concepto geopolítica de conocimiento de Mignolo (citado en Walsh, 2003; Mignolo, 2008,2011) para ilustrar unas tenues aristas del estado de la cuestión que planteo porque permite comprender los debates como tráficos teórico-analíticos que desbordan sus fronteras nacionales y se incorporan a la producción de ideas de la globalización del saber, teniendo como reacción constitutiva la apropiación crítica y situada en los contextos específicos de discusión.
8 Es evidente que la articulación de ambas corrientes teóricas feministas es compleja y simplificadora, debido a sus diferentes orígenes y postulados. Aquí se intenta traficar sus ideas con el fin de dar un carácter situado y geopolítico a las posibles aproximaciones sobre masculinidades.
9 Esta argumentación comúnmente aparece, por un lado, en discursos feministas liberales, afirmando que la historia de las mujeres ha sido invisibilizada y, por tanto, hay que recuperarla igualando las posibilidades de incidencia en la educación de las mujeres frente a los hombres; y por otro, en corrientes teóricas y políticas del feminismo de la diferencia que asumen el varón como único creador de la cultura y por tanto único detentador de la posición de sujeto en una economía libidinal falogocéntrica.
10 Un planteamiento que podría encontrar algunas articulaciones similares, en este caso desde la categoría clase, se encuentra en Quijano (2000), cuando sugiere que la categoría nacida de la clasificación taxonómica de Linneo en la Ilustración dejaba de ser botánica para volverse social, solo a través de un cambio básicamente semántico. Las clases sociales fueron pensadas como ya dadas en la "sociedad", debido a que el pensamiento eurocéntrico asumía la sociedad como un organismo, cargando con las ataduras cognoscitivas de la idea de totalidad y estructura, producto de su origen naturalista.
11 Es probable que haya investigaciones no enmarcadas en las propuestas de "estudios sobre masculinidades u hombres" y que estén más cercanas a propuestas feministas y de crítica a la heteronormatividad, en las cuales se hayan producido análisis que darían cuenta de un conjunto de aportes importantes para comprender las complejidades de las masculinidades en Colombia. Asimismo, luego del 2013, año final contemplado en la investigación, pueden existir mayores intereses por descentrar la categoría de "hombre" en estos estudios, y, por consiguiente, es posible que se hayan incrementado los estudios sobre hombres trans. Reconstruir una genealogía de estas contribuciones es una tarea pendiente que desborda las pretensiones de este artículo.
12 Uso aquí el concepto propuesto por la feminista francesa lesbiana y materialista Monique Wittig en su clásica obra La pensée straight (2006) para señalar que hay una forma de teorización y producción sociopolítica que funda a partir de la categoría sexo la sociedad como heterosexual bajo un pensamiento "recto" o "heterocentrado".
13 Queer ha sido un insulto inglés, particularmente usado en los años ochenta y noventa, para referirse a las personas cuyas sexualidades y géneros no "cumplen" con el binarismo propuesto por la heterosexualidad obligatoria (Preciado, 2003). Sus usos locales más cercanos podrían oscilar entre la proximidad semántica de "marica", "loca", "arepera", "camionera", "piroba", "travesti", "maniquebrada", "amanerado", "machorra", cuya apropiación crítica en primera persona ha permitido la deconstrucción del lenguaje victimizante y ha generado "teorías y prácticas políticas de contestación y resistencia a las políticas de identidad" (Viteri, Serrano y Vidal-Ortiz, 2011, p.47).
14 Posteriormente estos análisis permitirán pensar de manera crítica que las masculinidades también se deconstruyen y reconstruyen en/con la materialidad del cuerpo, es decir, con dispositivos de incorporación tecnológica y transformación corporal de la carne, como lo plantea de forma radical el filósofo y artista Paul B. Preciado en Testo Yonqui (2008), al analizar que la masculinidad es una invención ficticia del lenguaje normativo de la diferencia sexual, afirmando que la testosterona es un mecanismo subversivo en cuerpos asignados por la biología como "femeninos" en un régimen capitalista que denomina "farmacopornográfico". Desde esta postura queer se realiza una apertura analítica para abordar las masculinidades trans y las feminidades masculinas, además porque el mismo autor narra su propia reapropiación del consumo de hormonas para modificar su corporalidad.
15 En los años ochenta, la crítica feminista del "tercer mundo" y el black feminism cuestionarían la generalización de la "opresión de la mujer" sostenida por el feminismo de origen ilustrado, produciendo como efecto la crítica a la masculinidad blanca heteronormativa de los Men's Studies. El aporte feminista afroestadounidense y latinoamericano a los estudios sobre masculinidades dota una perspectiva de conocimiento en la que se analizan el entrecruzamiento de opresiones (hooks, 1984) o los sistemas de poder articulados en una matriz de la dominación (Hill-Collins, 1986), bajo una lógica teórica encarnada (Moraga y Castillo, 1988), interseccional (Crenshaw, 1989) o de fusión (Lugones, 2005), posibilitando el reconocimiento analítico de múltiples experiencias y procesos estructurales que configuran las masculinidades en distintos contextos y escalas.
16 El único trabajo encontrado que intenta dar cuenta de esta tensión desde una lectura historiográfica se titula Hacer vivir y dejar morir: la construcción de la esfera pública en la Nueva Granada durante el siglo XIX. Una perspectiva desde los hombres afroamericanos de María Cepeda y Sergio Lesmes (2010).
17 Estoy haciendo uso de la sugerente y provocadora apropiación del concepto a partir del reciente estudio PERLA (Proyecto de Etnicidad y Raza en América Latina) para cuatro países de la región (Brasil, Colombia, México y Perú), coordinado por Edward Telles (Princeton University), en el que se argumenta, especialmente para el caso colombiano, que las clases sociales tienen colores de piel y comportan una clasificación social racializada (Urrea, Viáfara y Viveros, 2012), y además, que la masculinidad suele ser asociada con la negridad, y la feminidad, con la blanquidad. Este estudio fue recientemente publicado bajo el título Pigmentocracies. Ethnicity, Race and Color in Latin America. Edward Telles and the Project on Etnicity and Race in Latin America (PERLA)
18 De hecho, una lectura pigmentocrática de las masculinidades tiene que percatarse del análisis del polo dominante de la blanquidad y sus diferentes variaciones regionales y locales, pues está siempre sometido a disputas basadas en la policromía del "más blanco, más o menos blanco, o menos blanco". Además, la interseccionalidad como lente epistemológica para abordar las masculinidades tendrá que discutir con urgencia la categoría de infancia y la ideología de la "minorización", la vejez y la "discapacidad" como formas de sostenimiento de relaciones de poder y dominación a escala global.
19 Bell Hooks escribía su nombre en minúscula como una forma de contestación política. Precisamente este no es su nombre de pila, sino que fue modificado.


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La Furcia, A. (2016). Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial. Revista Colombiana de Sociología, 39(1), 47–78. https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56341

ACM

[1]
La Furcia, A. 2016. Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial. Revista Colombiana de Sociología. 39, 1 (ene. 2016), 47–78. DOI:https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56341.

ACS

(1)
La Furcia, A. Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial. Rev. colomb. soc. 2016, 39, 47-78.

ABNT

LA FURCIA, A. Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial. Revista Colombiana de Sociología, [S. l.], v. 39, n. 1, p. 47–78, 2016. DOI: 10.15446/rcs.v39n1.56341. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/56341. Acesso em: 23 abr. 2024.

Chicago

La Furcia, Ange. 2016. «Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial». Revista Colombiana De Sociología 39 (1):47-78. https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56341.

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La Furcia, A. (2016) «Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial», Revista Colombiana de Sociología, 39(1), pp. 47–78. doi: 10.15446/rcs.v39n1.56341.

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[1]
A. La Furcia, «Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial», Rev. colomb. soc., vol. 39, n.º 1, pp. 47–78, ene. 2016.

MLA

La Furcia, A. «Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial». Revista Colombiana de Sociología, vol. 39, n.º 1, enero de 2016, pp. 47-78, doi:10.15446/rcs.v39n1.56341.

Turabian

La Furcia, Ange. «Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial». Revista Colombiana de Sociología 39, no. 1 (enero 1, 2016): 47–78. Accedido abril 23, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/56341.

Vancouver

1.
La Furcia A. Los colores de las fantasías. Estudios sobre masculinidades en Colombia: crítica feminista y geopolítica del conocimiento en la matriz colonial. Rev. colomb. soc. [Internet]. 1 de enero de 2016 [citado 23 de abril de 2024];39(1):47-78. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/view/56341

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