Publicado

2011-01-01

El duelo maniaco

The Maniac Duel

Le duel maniaque

Palabras clave:

duelo, melancolía, manía, yo ideal, ideal del yo, asesinato del padre (es)
mourning, melancholy, mania, ideal-ego, ego-ideal, murder of the father (en)
duel, mélancolie, moi idéal, idéal du moi, meurtre du père (fr)

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Autores/as

  • Gérard Pommier Fundación Europea para el Psicoanálisis, París, Francia
La expresión del duelo, distinta en cada cultura, está ligada generalmente a figuras de dolor, llanto, vestimenta, etcétera. Es posible que los modos en lo psíquico sean contrarios a lo tradicional, pues la risa y la euforia también pueden ser sus signos. Siguiendo la pista de planteamientos freudianos que señalan el acceso melancólico ante una pérdida, se reconoce la manía, alojada en el corazón de la melancolía, como otra modalidad de duelo patológico. Tomará forma maníaca si el sujeto se identifica con el yo ideal, o melancólica si la identificación se da con el ideal del yo, con lo cual puede haber virajes de una a otra.
The expression of mourning, which varies from culture to culture, is generally associated with figures of grief, tears, dressing in black, etc. However, from the perspective of the psychic, mourning may present itself in non-traditional ways, since laughter and euphoria may also be signs of mourning. Following Freud’s ideas regarding the melancholy access triggered by loss, it is possible to recognize that mania is hosted in the center of melancholy, as another mode of pathological mourning. If the subject identifies with the ideal-ego, mourning will take its manic form, whereas if the subject identifies with the egoideal, it will take on its melancholic form, and there may be shifts from one to the other.
L’expression du deuil, selon les cultures, vient accompagné par des larmes, des lamentations et des cris, s’habiller en noir, etc. Du point de vue psychique, le deuil peut se présenter bien différemment: un fou rire ou un accès d’hilarité peuvent bien en être ses signes. À partir de Freud, qui remarque l’accès mélancolique qui commence par un sentiment de perte, on peut reconnaître que la manie se loge au coeur de la mélancolie, comme une autre modalité du deuil pathologique. Si le sujet s’identifie au moi idéal le deuil tournera vers sa forme maniaque, et s’il s’identifie à l’idéal du moi ce sera vers la forme mélancolique, et des revirements de l’une à l’autre pourront avoir lieu.

El duelo maníaco*

Gérard Pommier.Fondation Européenne pour la Psychanalyse, París, Francia. e-mail: gerardpommier@free.fr 

* "Le deuil maniaque". Traducción del francés a cargo de Pio Eduardo Sanmiguel Ardila. Psicoanalista, docente de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura de la Universidad Nacional de Colombia. 


El duelo maníaco

Resumen

La expresión del duelo, distinta en cada cultura, está ligada generalmente a figuras de dolor, llanto, vestimenta, etcétera. Es posible que los modos en lo psíquico sean contrarios a lo tradicional, pues la risa y la euforia también pueden ser sus signos. Siguiendo la pista de planteamientos freudianos que señalan el acceso melancólico ante una pérdida, se reconoce la manía, alojada en el corazón de la melancolía, como otra modalidad de duelo patológico. Tomará forma maníaca si el sujeto se identifica con el yo ideal, o melancólica si la identificación se da con el ideal del yo, con lo cual puede haber virajes de una a otra.

Palabras clave: duelo, melancolía, manía, yo ideal, ideal del yo, asesinato del padre. 


Le deuil maniaque

Résumé

L'expression du deuil, selon les cultures, vient accompagné par des larmes, des lamentations et des cris, s'habiller en noir, etc. Du point de vue psychique, le deuil peut se présenter bien différemment: un fou rire ou un accès d'hilarité peuvent bien en être ses signes. À partir de Freud, qui remarque l'accès mélancolique qui commence par un sentiment de perte, on peut reconnaître que la manie se loge au coeur de la mélancolie, comme une autre modalité du deuil pathologique. Si le sujet s'identifie au moi idéal le deuil tournera vers sa forme maniaque, et s'il s'identifie à l'idéal du moi ce sera vers la forme mélancolique, et des revirements de l'une à l'autre pourront avoir lieu.

Mots-clés: Deuil, mélancolie, moi idéal, idéal du moi, meurtre du père. 


Manic mourning

Abstract

The expression of mourning, which varies from culture to culture, is generally associated with figures of grief, tears, dressing in black, etc. However, from the perspective of the psychic, mourning may present itself in non-traditional ways, since laughter and euphoria may also be signs of mourning. Following Freud's ideas regarding the melancholy access triggered by loss, it is possible to recognize that mania is hosted in the center of melancholy, as another mode of pathological mourning. If the subject identifies with the ideal-ego, mourning will take its manic form, whereas if the subject identifies with the egoideal, it will take on its melancholic form, and there may be shifts from one to the other.

Keywords: mourning, melancholy, mania, ideal-ego, ego-ideal, murder of the father. 


Se acostumbra figurar el duelo como un momento de tristeza acompañado de lágrimas, y hasta de gritos y lamentos en ciertas culturas. En algunos países los ritos mortuorios se acompañan con lloronas bien recompensadas, cuyo trabajo consiste en prorrumpir en sollozos ante cada oración fúnebre, y si se trata de una profesional, hasta puede llegar a provocar lágrimas de simpatía en alguna de las asistentes, muchas de las cuales solo conocen de lejos al difunto. En ocasiones la costumbre exige vestirse de negro, que las mujeres no se maquillen ni lleven joyas. Pero en cuanto a lo psíquico, el duelo puede presentarse muy diferentemente. Así como una casada puede prorrumpir en sollozos justo cuando da el sí, un viudo o una viuda pueden tener un ataque de risa nerviosa o un acceso de hilaridad en un momento inoportuno. Si se habla con alguien que haya enlutado recientemente, no es raro escuchar un lapsus cómico o un desaguisado, y a veces puede notársele que sonríe, y una especie de sobreexcitación, que casi lo lleva a consolar a quienes se le acercan a expresar sus condolencias con cara de circunstancia. Son indicios que presagian la existencia de una faceta del duelo opuesta al cliché tradicional. De hecho hay en todas las regiones de Francia una ceremonia fúnebre que culmina a menudo en un banquete durante el cual, con ayuda del vino, se van desfrunciendo los ceños sin que por ello se llegue hasta la alegría estridente. Son prácticas del ritual funerario que no nos ofrecen más que una idea superficial de la contradicción que opera en el duelo. Lejos de expresarse únicamente con la tristeza, dicho duelo consiste en una separación, en una liberación a veces tan aliviadora que se exterioriza con la risa u otros actos que más bien significan una exuberante alegría. En una fiesta de amigos bastante escanciada a la que fui invitado, y llegada la hora de bailar, pude ver cómo una de mis colegas se desvestía bruscamente, al ritmo de la música, y luego, en pleno desborde festivo, intentaba coquetear con los hombres que, como ella, estaban en la pista de baile. Supe poco después que acababa de perder a su padre pocos días antes, tras una larga y penosa enfermedad. No era esta una reacción al duelo sino el duelo mismo en plena expansión. No la negación de la tristeza sino la positividad de la separación, tal como se expresa ya no sencillamente gracias a la risa. En últimas, la risa siempre significa una pérdida, y por tanto un duelo. La risa estalla cuando se ve a un payaso caer a un agujero o cuando otro payaso lo apalea. 

Cuando alguien hace un apunte, siempre lo hace burlándose de una tercera persona, presente o ausente. O, si es culto, se burla de sí mismo. Un periodista le preguntaba un día a Winston Churchill cuál era el secreto de su longevidad y el ministro de Su Majestad respondió "Cigars, whiskies and… no sport!". Él mismo acababa de descender disfrazado de deportista que lleva una vida sana sin tabaco ni alcohol. La risa ejecuta a alguien: es una forma de duelo.

Hay que agregar en seguida que no es esta una función accesoria del reír, sino un rol de primer plano que comienza con el estadio del espejo. Si se sostiene a un niño ante el espejo y se le dice su nombre, el deja su cuerpo para tomar ese nombre y al punto prorrumpe en risas. Es entonces que puede reconocerse en el reflejo, allí donde acaba de hacer una especie de duelo de su cuerpo (de su yo ideal). ¿Pero qué es ese cuerpo, tratándose del "cuerpo psíquico" que las pulsiones nos fabrican? La representación del cuerpo psíquico está constituida por un apilamiento de las diferentes pulsiones: es el cuerpo que los niños calcan en papel.

Representan en sus dibujos cuerpos proporcionales a su pulsionalidad: por ejemplo, una boquita, orejotas, ojos desproporcionados, etcétera. Esta elasticidad de los dibujos significa que la pulsión encoge, afloja, infla o anula tal o cual parte del cuerpo; es decir, que la pulsión no está contenta. Nunca lo está. Y como es una aventurera, y como ese cuerpo no le basta, intenta también tomar el cuerpo de otro, grande o pequeño, el que tenga al alcance de la pulsionalidad de la mirada, de la boca, etc. (es la pulsión de prensión). Así nace el amor al prójimo, considerado como un bien comestible, como una sucursal de sí mismo. "Ama a tu prójimo como a ti mismo" puede leerse en las Santas Escrituras. Y así se entiende que si el semejante desaparece y hay que hacer su duelo, este último puede presentarse bajo los auspicios de la risa. Igual que durante el estadio del espejo, el duelo del cuerpo propio se acompaña con un estallido de risa aliviada.

En esta evocación de la equivalencia pulsional entre el cuerpo propio y el cuerpo de la persona amada, puede reconocerse la metapsicología freudiana del artículo "Duelo y melancolía"1. Freud señala que, tratándose de duelo patológico y para rechazar el deceso de la persona amada, un sujeto incorpora al difunto por vía oral. La pulsión sirve así de puente, de equivalencia entre el cuerpo del amado desaparecido y el cuerpo de quien le sobrevive. Estos comentarios fueron escritos para diferenciar claramente el trabajo de duelo del acceso melancólico, que también comienza con un sentimiento de pérdida. Pero se sabe que esta psicosis puede presentarse de dos maneras distintas, maníaca o melancólica, que no son dos formas opuestas sino dos modalidades distintas al duelo patológico. 

1. Sigmund Freud, "Duelo y melancolía" (1917 [1915]), en Obras completas, vol. xiv (Buenos Aires: Amorrortu, 1986). 

Existe pues una forma de duelo maníaco que se exterioriza según todas las características de la manía. Esta forma de psicosis nunca llegó a ser diferenciada y Freud no escribió ningún artículo específico sobre este tema. La esquizofrenia, las paranoias, ya han sido ampliamente demarcadas. La melancolía lo ha sido un poco menos. En cambio, hasta hoy la manía ha sido necesario deducirla de la melancolía, sin que exista algún texto único convincente al respecto.

Acaso la manía haya preservado su secreto en razón de su proximidad con la hipomanía común de la normalidad, cuando se cree, cíclicamente, día tras día, haberle ganado al vacío de objeto de la causa del deseo. Todo el mundo conoce esos tipos de exaltación maníaca inmotivada, aun en el momento más inclemente de la tempestad. En últimas, lo que separa la hipomanía (normal) de la manía (psicótica) se limita al estibado del nombre propio, que lastra el arrebato maníaco con el peso de la culpa. Cuando se aborda lo más íntimo, y por lo tanto lo más extraño, hay que saber apoyarse en las intuiciones y en los adelantos, aun cuando confusos, de los predecesores.

Freud mismo no lo evitaba, y hasta supo conducir a su término muchas investigaciones de aquellos que no eran alumnos suyos, sino sus compañeros de ruta, por ejemplo con algunos trabajos de Karl Abraham sobre la melancolía. También se puede proceder extrayendo todas las frases cortas, todos los párrafos que conciernen a la manía, que se los puede hallar diseminados en varios textos freudianos y reagruparlos siguiendo un ordenamiento lógico. El resultado es cautivador, porque se reconoce enseguida que la manía se aloja en el corazón mismo de la melancolía, que no es su antónimo, como la entidad "maníaco-depresivo" podría hacerlo entender (o peor: el "trastorno bipolar"). Como escribe Freud, la manía es esa "propiedad" de la melancolía que "más exige explicaciones", porque "la manía no tiene un contenido diverso de la melancolía"2. El lector comprende así que debería poder utilizar los mismos procesos y las mismas instancias que la melancolía para abordar el duelo maníaco. 

2. Freud, "Duelo y melancolía", 251. 

Pero la correlación tan útil de los diferentes fragmentos que conciernen a la manía plantea con claridad un problema que ya se sospechaba con la melancolía. Es un problema de traducción: a veces una palabrita mal traducida basta para no entender un proceso. Dos instancias se enfrentan en la melancolía el yo ideal introyectado y el ideal del yo que lo persigue hasta el suicidio. Si lo contrario se produce en la manía, hay que suponer que existe una instancia que se mece entre ambos estados y que, según las circunstancias, lo identifica con uno más que con otro. Lo tópico y lo dinámico comportan entonces tres términos y no dos (como el término "bipolar" podría hacerlo creer). ¿Cuál es esa tercera instancia mal traducida en francés y en castellano por "yo", cuando en realidad se trata del sujeto? Es el Ich alemán, que tiene ambos sentidos en castellano y en francés. Es el sujeto el que se mece entre los dos estados. Se requiere que alguien (ese sujeto) se identifique con el yo ideal o con el ideal del yo. De esta manera se obtiene la solución de un primer enigma, cuyas consecuencias describe toda la psiquiatría clásica. En el cuadro de la desinhibición generalizada de la manía, se ha soltado un punto de basta en el actuar, en el pensamiento, en la palabra, y el afecto da fe de un triunfo, de un gozo desbordante del maníaco. Come como un glotón, ya no duerme, abraza a cualquiera que pasa como a un amigo de siempre, propone sus servicios sexuales a cualquiera, habla sin parar, y no deja de hacer chistes y de hacer reír, antes que reír él mismo. Esta descriptiva puede incluir un comentario de Freud que hallamos en el capítulo dos de "El malestar en la cultura"3: la manía es un estado de intoxicación sin tóxico, un cierto efecto psíquico que desencadena un neuromediador que en sí mismo tiene sus propios efectos psíquicos. Y allí mismo complementa: "Pero también dentro de nuestro quimismo propio deben de existir sustancias que provoquen parecidos efectos"4. El duelo embriaga y lleva a todos esos actos que caracterizan la manía.

Esta descriptiva conduce pronto a plantearse una segunda pregunta: ¿cómo entender el viraje potencial de la melancolía en manía? Se requiere que sea tributario de algún "acontecimiento", aun cuando este último permanezca inconsciente, justamente enmascarado por sus consecuencias psíquicas, cuyas racionalizaciones ulteriores no son causales. Un obstáculo invisible ha sido levantado: y habría que comprender de qué naturaleza es este obstáculo. "El fundamento de estas oscilaciones espontáneas del talante es, pues, desconocido; nos falta toda intelección del mecanismo por el cual una melancolía es relevada por una manía", escribe Freud en "Psicología de las masas y análisis del yo"5. Sería importante llegar a comprenderlo "para la explicación de toda una serie de fenómenos de la vida anímica normal"6, lo cual le aportaría a los hipomaníacos que somos, que cambiamos fácilmente de humor sin grandes razones. 

3. Sigmund Freud, "El malestar en la cultura" (1930 [1929]), en Obras completas, vol. xxi (Buenos Aires: Amorrortu, 1986).

4. Ibíd., 78.

5. Sigmund Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo" (1921), en Obras completas, vol. xviii (Buenos Aires: Amorrortu, 1986), 125.

6. Sigmund Freud, "El humor" (1927), en Obras completas, vol. xxi (Buenos Aires: Amorrortu, 1986), 161. 

Para intentar dilucidar este "acontecimiento" causal, hay que empezar por tomarse en serio su consecuencia, que conocemos, una vez corregido el error de traducción del Ich. El sujeto se identifica con el yo ideal en la melancolía y bruscamente se identifica con el ideal del yo en la manía. Para ver más claro esto, aquí hay que tomar un atajo: proponemos simplificar diciendo que este ideal del yo es "el padre", precisando sin embargo de qué instancia del complejo paterno se trata. ¡Esto primeramente sorprenderá a ciertos lacanianos que piensan que no habría padre en las psicosis! Al contrario, "el Padre" está allí elevado al cuadrado, porque lo que está forcluido de este es únicamente su nombre, es decir, la simbolización de su asesinato. Abundan los ejemplos sobre este padre terrible, sodomita, incastrable en las psicosis, Artaud, Schreber, Althusser, etc., quienes dan toda la descriptiva de un "padre de la horda", sin límites y sin leyes. Es justamente porque el sujeto llega a identificarse con ese "padre mítico" que se despliega el estado maníaco de total desinhibición. Ahora se presiente cuál es la naturaleza del "viraje" de la melancolía en manía: un asesinato de ese padre debió producirse, siguiendo las reglas de la metapsicología, es decir, por identificación. 

Pero antes de verificar esta hipótesis hay que recordar que existen dos tipos de salida de la melancolía. Está primero el viraje maníaco de la melancolía, siguiendo una fenomenología cíclica que acaba de ser evocada. Y está también esa especie de curación espontánea de la melancolía que a menudo se observaba antes de la era de los psicotrópicos. Al cabo de pocos meses, todo sucedía como si el sujeto ya se hubiera hecho sufrir lo suficiente, como si hubiera pagado suficiente: y de la noche a la mañana, se le encontraba restablecido. Estaba a paz con su intensa culpabilidad, cuya causa no se vería si no se la relacionara, una vez más, con la certidumbre de un asesinato no simbolizado por el nombre. De hecho, hay que creer que es al tener la intuición de esas virtudes del dolor, que los psiquiatras clásicos se las ingeniaron para infligir todo tipo de malos tratamientos a los melancólicos, hasta llegar a los choques eléctricos (hoy en día se les dan "antipsicóticos"). Si la culpabilidad de un asesinato no simbolizado fulmina al melancólico, el vuelco maníaco lo identifica con quien él quiere matar, es decir, con el padre. Y cuando Freud, a propósito de la manía, señala en "Psicología de las masas y análisis del yo" "la coincidencia del sujeto con el ideal del yo"7, la naturaleza identificatoria de esta coincidencia ya no deja lugar a la duda si "el ideal del yo abarca la suma de todas las restricciones que el sujeto debe obedecer, y por eso la suspensión del ideal no podría menos que ser una fiesta grandiosa para el yo, que así tendría permitido volver a contentarse consigo mismo"8. En este sentido, puede uno comparar la asunción jubilosa del estadio del espejo y la euforia maníaca. Porque es justamente cuando el niño es llamado que se reconoce riendo en el reflejo. Así mismo, el maníaco que se identifica con el padre hace su duelo riendo. 

7. Sigmund Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo", 124. Literalmente en esta traducción: "[…] en el yo algo coincide con el ideal del yo". [Nota del traductor]

8. Ibíd. 

El maníaco, que puede hablar sin dormir durante días, se comporta entonces como un padre primitivo, dispuesto a copular con todo el mundo, a derrotar a cualquier interlocutor tomándolo a contrario con sus alteraciones de letras y sílabas, con su juego de palabras, con rupturas de significaciones, con la huída indefinida de las palabras.

El asesinato del yo ideal de la melancolía se ha transferido a la serie de los alter ego: ¿no nos instruye esto acaso sobre el hecho que desencadena la inversión? Tal acontecimiento hace pasar de la introyección del yo ideal (suprimido en pensamiento con ocasión de un duelo) a una proyección por identificación con el ideal del yo. Para eso basta con que uno de los alter ego "suprimidos" (por ejemplo durante una justa oratoria en la que será vencido) posea una característica paterna. Hallar interlocutores que poseen tal característica es fácil. Los padres auxiliares y los pequeños potentados pululan. Derrotarlos es identificarse con el Padre. Que la melancolía sea "vencida" quiere decir que otro soportará el crimen melancólico en vez del sujeto, descartado así de su yo ideal por proyección. En el desencadenamiento de la manía o en el viraje de la melancolía en manía, basta con cualquier agresión de un semejante, basta con cualquier acontecimiento que se asimile a una pérdida, para identificarse no con la persona agredida sino con el padre ideal. Queda así abierta la puerta para el duelo maníaco. "El maníaco nos demuestra de manera innegable su liberación del objeto del que ha sufrido lanzándose como un hambriento sobre nuevos objetos". Así se podría invertir la célebre frase de Freud "la sombra del objeto cayó sobre el yo"9 diciendo así que en adelante todos los objetos se mantienen apartados.

Por último se puede evocar un postrero asunto de primer plano: es el paralelo que hace Freud entre la euforia del duelo maníaco y los "estados de efervescencia" de la masa (para retomar esta expresión de Durkheim). En resumen, el colectivo de los hermanos entra en un estado maníaco en el momento en que la cabeza del padre está bajo la guillotina, así sea únicamente durante un modesto carnaval. Se articulan así notablemente el ideal del yo de un sujeto singular y los ideales de la masa. En el momento de una victoria política cualquiera, no puede uno olvidar que se está tañendo al mismo tiempo la hora de la derrota para el vencido y el júbilo de la masa es también el de su duelo. 

9. Freud, "Duelo y melancolía", 246. También en Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo", 103. ["La sombra del objeto ha caído sobre el yo"] 

Bibliografía 

Freud, Sigmund. "Duelo y melancolía" (1917 [1915]). En Obras completas, vol. xiv. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

Freud, Sigmund. "El humor" (1927). En Obras completas, vol. xxi. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

Freud, Sigmund. "El malestar en la cultura" (1930 [1929]). En Obras completas, vol. xxi. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

Freud, Sigmund. "Psicología de las masas y análisis del yo" (1921). En Obras completas, vol. xviii. Buenos Aires: Amorrortu, 1986. 

Referencias

Freud, Sigmund. “Duelo y melancolía” (1917 [1915]). En Obras completas, vol. xiv. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

Freud, Sigmund. “El humor” (1927). En Obras completas, vol. xxi. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura” (1930 [1929]). En Obras completas, vol. xxi. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

Freud, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921). En Obras completas, vol. xviii. Buenos Aires: Amorrortu, 1986.

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Pommier, G. (2011). El duelo maniaco. Desde el Jardín de Freud, (11), 115–122. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27224

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[1]
Pommier, G. 2011. El duelo maniaco. Desde el Jardín de Freud. 11 (ene. 2011), 115–122.

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Pommier, G. El duelo maniaco. Desde jard. Freud 2011, 115-122.

ABNT

POMMIER, G. El duelo maniaco. Desde el Jardín de Freud, [S. l.], n. 11, p. 115–122, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27224. Acesso em: 24 abr. 2024.

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Pommier, Gérard. 2011. «El duelo maniaco». Desde El Jardín De Freud, n.º 11 (enero):115-22. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27224.

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Pommier, G. (2011) «El duelo maniaco», Desde el Jardín de Freud, (11), pp. 115–122. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27224 (Accedido: 24 abril 2024).

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G. Pommier, «El duelo maniaco», Desde jard. Freud, n.º 11, pp. 115–122, ene. 2011.

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Pommier, Gérard. «El duelo maniaco». Desde el Jardín de Freud, no. 11 (enero 1, 2011): 115–122. Accedido abril 24, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27224.

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Pommier G. El duelo maniaco. Desde jard. Freud [Internet]. 1 de enero de 2011 [citado 24 de abril de 2024];(11):115-22. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27224

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