Publicado

2015-01-01

Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo

DOI:

https://doi.org/10.15446/bitacora.v1n25.53212

Palabras clave:

ciudad, posconflicto, imaginarios, arraigo, territorio (es)

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Autores/as

  • Juan Carlos Pérgolis Universidad Piloto de Colombia
  • Camilo Ramírez-Cely Universidad Piloto de Colombia
El imaginario que tienen los colombianos de las ciudades una vez concluido el conflicto armado debe apoyarse en las representaciones positivas de los contextos rural y urbano, a través de una combinación acertada entre las formas del espacio urbano, sus usos y las significaciones que la comunidad reconoce en ellos. Para eso, se analizan los imaginarios actuales y se propone una posible estructuración territorial basada en la relación urbano-rural cercana y accesible para recuperar el sentido de pertenencia de la comunidad en sus territorios. Se toman como referencia dos hipótesis: la primera, observa a la ciudad del posconflicto como una consecuencia directa de la reconstrucción del tejido social y la segunda, señala que la “ciudad del posconflicto” no se refiere únicamente a las grandes ciudades colombianas, sino a todos los asentamientos sin importar su tamaño y su rango político. Se propone, también, que el término “conflicto”, el cual parece limitarse al enfrentamiento armado por parte de grupos insurgentes, se extienda al alto nivel de violencia cotidiana producida por comportamientos intolerantes. En esta mirada, la palabra “posconflicto” se refiere a la transformación de esas conductas para facilitar el arraigo de la comunidad en el territorio.
BITACORA 25 Vol I 16 Las ciudades después del conflicto

Recibido: 15 Noviembre 2014

Aprobado: 23 Mayo 2015

Las ciudades después del conflicto.

la ciudad del arraigo

The cities after the conflict.

The city of rooting

As cidades após o conflito.

A cidade do arraigo

Juan Carlos Pérgolis

pergolisjuancarlos@yahoo.com

Camilo Ramírez-Cely

camilor44@gmail.com

 

Camilo Ramírez-Cely

Arquitecto de la Universidad Piloto de Colombia, especialista en Planificación urbana de la Universidad de Buenos Aires y estudiante de la maestría en Planificación Urbana y Regional de la Universidad de Buenos Aires, como parte del programa de internacionalización de la maestría en Gestión urbana de la Universidad Piloto de Colombia. Profesor del programa de Arquitectura en la misma universidad.

 

Juan Carlos Pérgolis

Arquitecto de la Universidad Nacional de La Plata y Magister en Historia y Teoría de la Arquitectura, el Arte y la Ciudad de la Universidad Nacional de Colombia. Implementador de la planificación urbano-territorial (MOP, Argentina, gobierno de Francia, 1972), profesor en universidades colombianas e invitado a universidades de Alemania, Italia, Argentina, Panamá y Venezuela. Tiene numerosas publicaciones sobre temas urbanos.

 

 

Resumen

El imaginario que tienen los colombianos de las ciudades una vez concluido el conflicto armado debe apoyarse en las representaciones positivas de los contextos rural y urbano, a través de una combinación acertada entre las formas del espacio urbano, sus usos y las significaciones que la comunidad reconoce en ellos. Para eso, se analizan los imaginarios actuales y se propone una posible estructuración territorial basada en la relación urbano-rural cercana y accesible para recuperar el sentido de pertenencia de la comunidad en sus territorios. Se toman como referencia dos hipótesis: la primera, observa a la ciudad del posconflicto como una consecuencia directa de la reconstrucción del tejido social y la segunda, señala que la “ciudad del posconflicto” no se refiere únicamente a las grandes ciudades colombianas, sino a todos los asentamientos sin importar su tamaño y su rango político. Se propone, también, que el término “conflicto”, el cual parece limitarse al enfrentamiento armado por parte de grupos insurgentes, se extienda al alto nivel de violencia cotidiana producida por comportamientos intolerantes. En esta mirada, la palabra “posconflicto” se refiere a la transformación de esas conductas para facilitar el arraigo de la comunidad en el territorio.

Palabras clave: ciudad, posconflicto, imaginarios, arraigo, territorio.

Abstract

The colombians collective imagination of a city, once the armed conflict is concluded, must be based on positive representations of the rural and urban contexts through a successful combination between forms of urban space, its uses and meanings that the community recognizes within them. For this current imaginary is analyzed and a possible territorial structure based on the urban-rural relationship close and accessible to recover ownership of the community in their territories is proposed. Two hypotheses posed at the beginning of the investigation are taken as reference; the first looks at the post-conflict city as a direct result of the reconstruction of the social fabric and the second states that the "post-conflict city" does not refer only to large Colombian cities, but all the settlements regardless of their size and political rank. It is also proposed that the term "conflict" seems limited to armed conflict by insurgent groups extend the high level of daily violence caused by intolerant behavior. In this view, the word "post-conflict" refers to the transformation of the behaviors to facilitate community rooted in the territory.

Key words: city, post-conflict, social imaginary, rootings, territory.

Resumo

O imaginário que tem os colombianos das cidades uma vez concluído o conflito armado, deve contar com representações positivas de contextos urbanos e rurais, através de uma combinação bem sucedida entre formas de espaço urbano, seus usos e os significados que a comunidade reconhece neles. Para isto se tem analisados os actuias imaginários e se propõe uma possível estruturação territorial baseada na relação urbano-rural perto e acessível para recuperar o sentido de pertença da Comunidade em seus territórios. São tomados como referência dois hipóteses expostas no início da pesquisa; A primera nota a la cidade de pós-conflito como consequência direta da reconstrução do tecido social e a segunda diz que "cidade de pós-conflito" aplica-se não só para grandes cidades colombianas, mas todos os assentamentos, independentemente de seu tamanho e sua linha política. Pretende, também, que o termo 'conflito' que parece limitado para o braço de confronto ou por grupos insurgentes estende-se ao elevado nível de violência diária causada pelo comportamento intolerante. Nesta visão, o palavra "pós-conflito" refere-se à transformação desses comportamentos para facilitar a fixação da comunidade no território.

Palavras-chave: pós-conflito, imaginário, enraizamento, cidade, território., economia, política, comunismo, capitalismo.

Antecedentes

En la investigación Ciudad Sudamericana Siglo XXI (Pérgolis, 2012) y en la publicación del primer avance de esa investigación en la revista Barrio Taller (Pérgolis y Moreno Hernández, 2005) se señala que la llamada ciudad del desarraigo1 es la ciudad de la necesidad a la que el urbanismo moderno intentó dar respuestas funcionales2. Esta afirmación se basó en algunas conclusiones de la investigación desarrollada por la psicóloga Olga Alexandra Rebolledo (1998) a fines de la década de 1990, sobre los imaginarios urbanos de los niños de familias desplazadas por la violencia que llegaban a la ciudad de Montería y en la investigación Estética del desarraigo en la ciudad nómada3 (Pérgolis, 2000a).

El trabajo de Rebolledo (1998) contenía una gran cantidad de dibujos y relatos hechos por los niños en los que era evidente que, para ellos, la ciudad no existe como un hecho colectivo social ya que lo que dibujaron y llamaron “ciudad” era la casa individual. Sin embargo, para estos niños la palabra ciudad identificaba el lugar para la vida y podía ser cualquier ciudad, porque cuando se realiza un abandono forzado del territorio propio, el imaginario parece no concebir lugares, solamente nombres (Pérgolis y Moreno Hernández, 2005).

Si el imaginario urbano de nuestras generaciones desarraigadas se refiere al aislamiento, al deseo de soledad y al miedo al otro, resultará imposible su existencia, al menos, en los términos en que la conocemos. No debemos olvidar que esta es la expresión de una comunidad organizada, sin la cual, la ciudad no existe, no tiene razón de ser. En consecuencia, el futuro de esta sociedad se presenta como un retorno a los grupos familiares aislados, unidades sueltas en un territorio, sin relaciones entre sí, como aquellas gens pre-urbanas conformados por grupos familiares cerrados, de supervivencia, nómadas o asentados.

Esto evidencia una contradicción en la definición de ciudad que consideramos actualmente: la ciudad nació como respuesta a la necesidad de convivencia y seguridad de la comunidad asentada en un territorio, pero se convirtió en ámbito de miedo, de desconfianza por el otro y de actitudes individualistas que se expresan en la aceptación natural de la violencia y de la pérdida de valores de la vida. Esta situación hace parte del imaginario4 (García Canclini, 2005) actual de ciudad, es decir, que la ciudad se presenta y el observador la representa cargada con interpretaciones y con los contenidos de su inconsciente, en el que está presente la violencia como eje del conflicto cotidiano. Así, el término “posconflicto” no se reduce a la superación de la confrontación entre dos (o más) actores, sino a un comportamiento generalizado en nuestro medio, que basado en el desconocimiento del otro, opera sobre la dinámica y la espacialidad urbana5.

La ciudad no es el resultado de acciones individuales, sino de una construcción social fundamentada en el pronombre “nosotros”6. Lyotard (1989) introduce la idea de descentramiento, es decir, de quitar del centro el pensamiento personal y estar dispuesto a aceptar que el otro pueda tener razón. A partir del disenso se puede aceptar el pensamiento del otro, no como una posible amenaza para la convivencia –que hay que controlar–, sino como un elemento enriquecedor de la vida. Por este camino se introduce la idea de pluralidad en el habitante, que consiste en incluir cada vez más al que piensa diferente en el horizonte propio de sentido.

Ante esta perspectiva, el llamado fin del conflicto adquiere una dimensión social, cultural y ética sin precedentes, y contiene la enorme responsabilidad de construir el tejido social necesario para que la ciudad exista. La ciudad del llamado posconflicto será el resultado de las ciencias sociales más que del urbanismo, aunque ambos interactúan y se manifiestan mutuamente.

Hipótesis

A partir de estos antecedentes se conformó la primera hipótesis de trabajo: la ciudad del posconflicto será una consecuencia directa de la reconstrucción del tejido social.

La siguiente observación se refiere a la confrontación entre dos modelos de ciudad que coexisten en la actualidad: la ciudad de los espacios y las relaciones estables, herencia de la tradición de Occidente, llamada por muchos la ciudad “formal”, y la ciudad de las acciones efímeras y las relaciones inestables, fundamentalmente inédita, creada a partir de los deshechos culturales de la ciudad formal7 y expresada en la ocupación de espacios residuales, en la creación de otras actividades y en el nuevo uso o cambio de significado de ciertos espacios tradicionales. Esta es llamada erróneamente la “ciudad informal”, en la que los usos y las significaciones adoptan formas nuevas e inéditas, como también son inéditos los roles de los ciudadanos, en particular, los de las mujeres y los niños.

La expresión de esta nueva ciudad refleja la complejidad emocional del desarraigo y sus procesos: uno que borra la memoria para sobrevivir en lo ajeno, en lo desconocido, es decir, que lucha para olvidar y otro que exalta lo nuevo, sin pasado y sin presente, como una esperanza de futuro, pero no como una utopía porque carece del contenido social que la caracterizó. La nueva ciudad aparece como el resultado de la esperanza individual, pero esta no se construye sumando individualidades, sino como ámbito de una colectividad.

Podemos encontrar esta nueva ciudad –germen de la ciudad del futuro– en el desarraigo de los asentamientos periféricos en las grandes ciudades o en el interior del territorio sudamericano, lejos de las vías de comunicación tradicionales que dieron origen a los sistemas urbanos actuales. Son los nuevos asentamientos, desarraigados de cualquier contexto, donde los Estados Nacionales son apenas una referencia lejana.

Ante esta nueva ciudad, ya sea en las periferias de las ciudades existentes o en los nuevos asentamientos desligados de los sistemas urbanos establecidos, cabe formular las mismas preguntas que en la investigación anterior (Pérgolis, 2012): ¿cómo hacen las ciudades quienes no conocen la tradición que construyó nuestro mundo urbano? ¿Cómo nace una ciudad sin memoria respondiendo sólo a necesidades e intereses del presente?

Pero la ciudad del posconflicto no puede ser el resultado de estas dos alternativas, por el contrario, debe resultar de un plan a largo plazo, basado en el diseño del tejido social que proponga un modelo nuevo, porque la sociedad antecede a la ciudad y esta aparece como necesidad de identidad de una sociedad en un territorio.

El medio rural también es escenario del conflicto en Colombia, conocido como “el conflicto armado”, por ello, resulta extraño –y por momentos pretencioso– hablar solamente de una ciudad del “posconflicto”. Sin embargo, si se observan los pocos paréntesis de paz en la historia colombiana se verá que en ellos ocurrieron transformaciones urbanas importantes. Tal vez los más notables hayan sido los desarrollos en las ciudades (en particular en Bogotá) después de la Guerra de los Mil Días: en la primera década del siglo XX, en la década de 1930 con la integración del territorio nacional durante los gobiernos liberales y, más tarde, entre 1960 y 1970.

En esos momentos se produjeron no solo transformaciones en las ciudades, sino importantes reordenamientos del sistema urbano del país: la traza de rutas comerciales, la cercanía o el repentino alejamiento de centros urbanos de los grandes ejes de flujos, la reacomodación de la población desplazada y la creación de nuevas fuentes de trabajo rural y urbano promovieron el desarrollo de algunos centros, y el estancamiento o la desaparición de otros.

A estos aspectos hay que agregarles factores favorables y desfavorables en la conformación de un nuevo imaginario urbano referido a la terminación del conflicto: los factores favorables estarían ligados al desarrollo de nuevos sectores y a la ampliación del espectro productivo. Un antecedente a observar sería el impacto que tuvo en las ciudades colombianas la sustitución de las importaciones en el siglo XIX, cuyo resultado más notable –en este aspecto– fue la primera transformación del sistema urbano nacional.

Otro antecedente a tener en cuenta sería la importancia de algunos nombres de ciudades en el imaginario de la población desplazada actual (Rebolledo, 1998). Así se crea una secuencia emocional que pasa por ciudades intermedias y concluye en Bogotá, nombre que identifica al destino final del imaginario urbano de los migrantes.

Ambos aspectos conforman una unidad de estudio ya que coinciden con la representación que la población tiene de su territorio y de sus ciudades, entendiendo que esa representación, base del imaginario colectivo de ciudad, se forma cuando estímulos externos tocan percepciones anteriores que la comunidad lleva en el inconsciente.

En este caso habría que considerar dos particularidades: la primera, se refiere al imaginario de la población desplazada en el que las percepciones anteriores están referidas a contextos rurales o urbanos periféricos y de difícil inserción en la vida de la ciudad. La segunda, observa los temores y recelos que existen en la población de las ciudades por la llegada de los nuevos habitantes. Esto evidencia que el trabajo sobre el imaginario urbano no debe dirigirse solamente a los grandes centros, sino a todo tipo de asentamiento poblacional.

Esos señalamientos definen la segunda hipótesis de trabajo: la expresión “ciudad del posconflicto” no se refiere únicamente a las grandes ciudades colombianas, sino a todos los asentamientos sin importar su tamaño y su rango político.

El reordenamiento del sistema urbano será resultado de la transformación a través de la idea de red, en vez del concepto tradicional de sistema. Eso significa que el reordenamiento debe apuntar a nivelar diferencias de tamaño y oferta de oportunidades entre los distintos centros. El concepto de sistema implica una estructura jerarquizada, en cambio, la idea de red sugiere una homogeneidad horizontal de nodos y vectores (o asentamientos urbanos y flujos), por eso mismo, la red es incluyente y democrática.

De todos modos existirán centros mayores referidos al orden político-administrativo y/o productivo. Pero si se quiere una estructura urbana nacional “incluyente”, se debe llevar la oferta de oportunidades y los consumos culturales a todos los puntos (o nodos) de la red, porque la verdadera inclusión está en el acceso a las oportunidades y a la cultura que ofrece la ciudad: solo entonces hablaremos en términos de igualdad.

El planteamiento de este reordenamiento como posible alternativa para la ciudad del posconflicto se aproxima a las propuestas de Julio A. Berdegué y M. Francisca Meynard Vivar (2012), que evidencian la realidad de la estructura rural-urbana de muchos territorios en Latinoamérica, incluyendo a Colombia. Los investigadores se refieren a una red conformada por ciudades como centro de entornos rurales y la señalan como la nueva opción para un crecimiento social más incluyente.

Berdegué y Meynard Vivar (2012) sustentan esta idea en la detención del crecimiento de las grandes ciudades de la región y observan que hacia 2025 ningún país de América Latina tendrá más del 50% de su población viviendo en ellas. Del mismo modo, la población de las zonas rurales profundas o zonas campesinas alejadas de los centros urbanos seguirá cayendo y en el 2025 no va a superar el 30% en ningún país de la región, a la vez que continuará el crecimiento de la población en los territorios rural-urbanos.

En el caso particular colombiano, la idea del territorio rural-urbano, conformado por una ciudad y un entorno rural, no es nueva: fue la base de la colonización española, por medio de la cual, se organizaron los territorios a partir de núcleos urbanos. El resultado fue un continuo homogéneo de ciudades con un entorno rural que constituyó la ocupación territorial sostenida en múltiples economías locales o, en el mejor de los casos, economías regionales.

Berdegué y Meynard Vivar (2012) señalan a Duitama (Boyacá) como un ejemplo de esa estructura homogénea: una ciudad de tamaño mediano con un entorno rural definido. La red de municipios conformada por Duitama, Sogamoso, Paipa y numerosos asentamientos menores dejan ver la conformación de una red, a la vez que en las representaciones de los habitantes conforman un imaginario urbano-regional, fácilmente legible y que expresa un sentido de pertenencia.

De la misma forma se podrían generar imaginarios urbanos de calidad en otros centros: Montería o Aguachica solos o como “estrellas dobles”, la primera con Sincelejo y la segunda con Ocaña (esta, a su vez, con Ábrego), los centros del eje cafetero cuyo imaginario ya está consolidado y muchos centros unitarios de posible consolidación como territorios rural-urbanos. Estos ejemplos podrían ampliarse a muchos asentamientos en Colombia, hoy casi ignorados por su bajo número poblacional, por el abandono de sus habitantes y por el no regreso de los jóvenes que salen a estudiar o a buscar mejores oportunidades laborales en centros de mayor tamaño.

Por otra parte, la creación de estos territorios, más allá de las fronteras del sistema de ciudades actual, permitiría convertir a numerosos poblados, caseríos y veredas de los territorios rurales profundos8 en centros urbanos de pequeñas dimensiones, pero con los servicios necesarios y con algunas de las ofertas culturales de los mayores. De este modo, se ampliaría la red urbana nacional, se produciría una ocupación del territorio más equitativa y se ampliaría la frontera urbana. Así, la ampliación de la red urbana nacional alcanzaría (e integraría) territorios en los llanos, en la selva o incluso algunos que, aun estando cerca del sistema de centros actual, son excluidos.

Esta propuesta implica una gran inversión en infraestructura y en la generación de fuentes de trabajo por parte del Estado, acciones que deberían desarrollarse de forma simultánea con la conformación del tejido social.

Como señalan Berdegué y Meynard Vivar (2012), estas acciones permitirían un mejor acceso a los mercados para los agricultores ya sean familiares, en cooperativas o en pequeñas empresas, una mayor participación de las mujeres en el mercado laboral y una menor emigración de los jóvenes. Eso se traduciría en un mayor capital humano y una mayor diversidad social, base de la recomposición del tejido social.

Conclusiones parciales

(avance a partir del estado actual de la investigación)

Como se dijo con anterioridad, el término “posconflicto” no se reduce a la confrontación entre dos actores, sino a una intolerancia por el otro generalizada en nuestro medio, que influye en la dinámica y en la espacialidad urbana.

El urbanismo moderno desarrolló sus planes desde una mirada externa a la ciudad. La propuesta para una ciudad que pueda ir más allá de los conflictos producidos por ese modo de actuar se basa en la relación entre las instituciones y la comunidad como una secuencia sujeto-sujeto a diferencia de la distancia generada por la tradicional secuencia sujeto-objeto (institución-comunidad). En la relación sujeto-sujeto, instituciones y comunidad interactúan en un mismo plano de igualdad, participación y reciprocidad.

Este nuevo modelo urbanístico implica un reordenamiento demográfico, ya no por migraciones forzosas campo-ciudad, sino por movimientos entre centros urbanos según oportunidades de permanencia y actividades productivas. Movimientos integrados en el contexto territorial y que no implican desarraigos, sino pertenencias a determinadas estructuras que trascienden la idea de arraigo-lugar.

El trabajo urbano en torno a la comunidad evidencia que la participación del Estado debe ir más allá de la producción de viviendas: debe considerar la solución de espacios donde la comunidad pueda desarrollarse como tal, a través de su reconocimiento en lo público y en lo colectivo, esto significaría promover planes de construcción de la ciudad y, por lo tanto, de la ciudadanía, a la par con planes de vivienda.

El territorio rural-urbano facilitaría la construcción del tejido social ya que permitiría el desarrollo de comunidades de pequeño y mediano tamaño relacionadas con la producción rural en contextos que ofrezcan servicios y acceso a la oferta cultural. Contextos de tamaño controlable y accesible a la comunidad. Espacios para una sociedad que revisa su pasado pero que, a la vez, reconstruye lazos ciudadanos en un horizonte de sentido9.

Por otra parte, la multiplicación de este modelo en los diferentes ambientes geográficos y culturales colombianos definiría un nuevo paisaje cultural, inédito y propio de la particularidad del posconflicto. Pero, el mayor atractivo que el ofrece el modelo es la conformación de imaginarios locales, más allá de los nombres de ciudades que creó la representación tradicional del sistema de ciudades colombiano.

El nuevo imaginario urbano tendrá como referencia centros locales, situación que permitirá el arraigo de la comunidad a través de su reconocimiento en el territorio y se evidenciará a través de expresiones como “mi territorio”, “mi ciudad”, entre otras. Este proceso de apropiación fundamentado en la vida cotidiana en un lugar, la inserción en los procesos productivos ligados al agro y la participación en los rasgos culturales urbanos constituye la base de la convivencia, construida sobre el sentido de pertenencia.

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1 Una identidad urbana está dada por el sentido de pertenencia, otra es la ciudad del desarraigo, contraparte de lo arraigado. Nuestras ciudades muestran estructuras y comportamientos fragmentados, dispersos y desarraigados.

2 Murillo (2015) observa que el urbanismo moderno propuso modelos universales para solucionar la zonificación de la ciudad en función del orden y de la eficiencia, acentuando la segregación.

3 Investigación adelantada en 1999 en el marco de la maestría en Historia y Teoría de la Arquitectura, el Arte y la Ciudad de la Universidad Nacional de Colombia, como estudio parcial de la investigación Estación Plaza de Bolívar (Pérgolis, 2000).

4 El imaginario colectivo es el conjunto de representaciones que tiene la comunidad en un momento dado. El imaginario urbano son las representaciones de la ciudad que tiene dicha comunidad.

5 Desde este punto de vista, el término “posconflicto” no se refiere al fin del conflicto sino a una transformación del conflicto. Por este motivo, el fin del conflicto implicaría fundamentalmente la institucionalización de ciertos derechos básicos.

6 En el uso de la palabra “nosotros” se evidencia el estar de acuerdo, el consenso, a diferencia del disenso (no estar de acuerdo pero aceptar la diferencia). Es el cambio del concepto que planteara Habermas (1999) sobre lo público, hacia el planteamiento de Lyotard (1989).

7 Buck-Morss (1995) cita a Walter Benjamín y señala que los niños no imitan la cultura de los adultos, sino que crean relaciones intuitivas. A partir de esa reflexión se puede hablar de dos ciudades: una basada en la producción y otra en los deshechos de esa producción, que no intenta imitar a la primera, sino que se conforma arbitrariamente.

8 Berdegué y Meynard Vivar (2012) definen a los territorios rurales profundos como zonas agrícolas carentes de ciudades o con pequeños pueblos o caseríos como únicas estructuras urbanas. En la particularidad del territorio colombiano, se trataría de regiones apartadas del sistema urbano y, en muchos casos, carentes de la infraestructura de comunicación más elemental.

9 Se refiere al sentido de la vida que se encuentra en un lugar determinado.

 

Bibliografía

BERDEGUÉ, J. A. y MEYNARD VIVAR, M. F. (2012) Las ciudades en el desarrollo territorial rural. Claves para el desarrollo territorial. Santiago Chile: RIMISP, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Territorial.

BUCK-MORSS, S. (1995). Dialéctica de la mirada. Madrid: La balsa de medusa.

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LYOTARD, J. F. (1989). La condición posmoderna. México: Cátedra.

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REBOLLEDO, O. A. (1998). La ciudad de los niños. Bogotá: Bartleby.

 

 

 

 

 

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Pérgolis, J. C. y Ramírez-Cely, C. (2015). Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo. Bitácora Urbano Territorial, 25(1), 137–142. https://doi.org/10.15446/bitacora.v1n25.53212

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[1]
Pérgolis, J.C. y Ramírez-Cely, C. 2015. Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo. Bitácora Urbano Territorial. 25, 1 (ene. 2015), 137–142. DOI:https://doi.org/10.15446/bitacora.v1n25.53212.

ACS

(1)
Pérgolis, J. C.; Ramírez-Cely, C. Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo. Bitácora Urbano Territorial 2015, 25, 137-142.

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PÉRGOLIS, J. C.; RAMÍREZ-CELY, C. Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo. Bitácora Urbano Territorial, [S. l.], v. 25, n. 1, p. 137–142, 2015. DOI: 10.15446/bitacora.v1n25.53212. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/53212. Acesso em: 25 abr. 2024.

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Pérgolis, Juan Carlos, y Camilo Ramírez-Cely. 2015. «Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo». Bitácora Urbano Territorial 25 (1):137-42. https://doi.org/10.15446/bitacora.v1n25.53212.

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Pérgolis, J. C. y Ramírez-Cely, C. (2015) «Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo», Bitácora Urbano Territorial, 25(1), pp. 137–142. doi: 10.15446/bitacora.v1n25.53212.

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J. C. Pérgolis y C. Ramírez-Cely, «Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo», Bitácora Urbano Territorial, vol. 25, n.º 1, pp. 137–142, ene. 2015.

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Pérgolis, J. C., y C. Ramírez-Cely. «Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo». Bitácora Urbano Territorial, vol. 25, n.º 1, enero de 2015, pp. 137-42, doi:10.15446/bitacora.v1n25.53212.

Turabian

Pérgolis, Juan Carlos, y Camilo Ramírez-Cely. «Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo». Bitácora Urbano Territorial 25, no. 1 (enero 1, 2015): 137–142. Accedido abril 25, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/53212.

Vancouver

1.
Pérgolis JC, Ramírez-Cely C. Las ciudades después del conflicto: La ciudad del arraigo. Bitácora Urbano Territorial [Internet]. 1 de enero de 2015 [citado 25 de abril de 2024];25(1):137-42. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/53212

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1. Alba Lucía Cruz Castillo, María Fernanda Peña Cárdenas, Alex Leandro Pérez Pérez. (2023). Escenarios de migración y desplazamiento. Exclusión y marginalidad en El Recuerdo Sur. Bitácora Urbano Territorial, 33(2), p.137. https://doi.org/10.15446/bitacora.v33n2.106617.

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